La agenda nacional luce bastante apretada. Y con la sobrecarga de un proceso electoral a toda marcha y un entorno internacional enrarecido y hostil.
Por diversas causas, servicios básicos se mantienen afectados con respuesta reclamadas que tardan en llegar.
Cuando bien estamos saludando importantes acuerdos en educación, dirigidos a corregir entuertos y avanzar en su reforma, medidas anunciadas para garantizar el nuevo año escolar sin mayores trastornos se retrasan y surgen nuevos ruidos en ese vital sector.
Los gremios que forman parte del sistema nacional de salud se levantan de la mesa del diálogo iniciado hace poco más de un mes, para anunciar nuevos paros en el servicio hospitalario y de atención a los usuarios del sistema de la seguridad social.
En forma temprana, reconocidos grupos populares que operan en el Cibao, anuncian para septiembre la retoma de paros y protestas en varias provincias, soportadas en obras inconclusas o promesas incumplidas.
Se trata de un ambiente enrarecido que en modo alguno merece una nación en procura de continuar con el proceso de recuperación y relanzamiento de su economía, tras los terribles efectos de la pandemia y los embates de la guerra Rusia-Ucrania, como brazo bélico de la confrontación de los dos grandes bloques que dominan el mundo.
Apurar pasos con medidas concretas en el plano local para afrontar el declive en servicios básicos, ha de constituirse en valladar que nos evite protestas, paros y tensiones como los planteados, lo que a su vez nos servirá para atenuar los riesgos y retos que plantea un entorno internacional hostil.
