Alfredo Cruz Polanco
El gobierno del Presidente Luis Abinader Corona luce como toda una orquesta sinfónica, pero lamentablemente, muy desafinada, en la que cada uno de sus músicos anda por su lado, haciendo con su instrumento lo que le parece, pues no obedecen las órdenes y las instrucciones de su director, ni tampoco este hace nada para llamarles la atención y corregir sus inconductas y faltas de disciplina, en medio del concierto.
Hace unos días asistimos a un hermoso y concurrido concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional en el Gran Teatro del Cibao, dirigida por el maestro José Antonio Molina, patrocinado por el Banco Popular, con motivo de sus 60 aniversarios.
En la medida que su director, con sus espectaculares movimientos de cabeza y manos, dirigía la orquesta, cada músico, con su instrumento muy bien afinado, respondía concentradamente, las instrucciones impartidas por este, logrando así una perfecta armonía, los acordes musicales y la consonancia requerida en cada uno de los movimientos sinfónicos.
Durante toda la sinfonía reflexioné sobre la forma en que se están conduciendo, salvo algunas excepciones, la mayoría de los funcionarios de este gobierno, en el que cada quien hace lo que le parece, totalmente desarticulados, desorientados, generando una total improvisación, pues hay que corregir constantemente los errores y desaciertos cometidos por estos.
No hay una cosa que se parezca más a una orquesta sinfónica que un equipo gubernamental, cuyos funcionarios actúan en torno a la figura del presidente de la República como su director, a quien tienen que obedecer
las instrucciones impartidas.
Este tiene que estar al tanto de todo lo que esté sucediendo a su alrededor; tomar las decisiones más atinadas y hacer las debidas correcciones de inmediato, cuando observe, al igual que en toda orquesta, que sus músicos van por un rumbo equivocado, con sus instrumentos totalmente desafinados.
El director de una orquesta sinfónica debe vigilar, observar y escuchar constantemente a cada uno de sus instrumentistas para evitar una posible desafinación y desarticulación musical.
El que no se ajuste ni obedezca las instrucciones impartidas, debe ser separado de inmediato de la orquesta (del gobierno), pues está creando un caos y contribuyendo al fracaso del concierto (la gestión de gobierno).
Es lo que ha estado sucediendo con una serie de funcionarios que actúan bajo su propio criterio, haciendo lo que a ellos les viene en ganas, tomando decisiones desacertadas, tirando los recursos públicos por la borda, promoviendo sus precandidaturas presidenciales desde las posiciones que ostentan, en un momento en que el país atraviesa por una de sus peores crisis económicas, por una gran deuda social acumulada, por un gran déficit fiscal, en que la mayoría de los servicios públicos básicos del país han colapsado.
Algunos ministros derrochan millones de pesos de la institución, dirigiendo sus propias campañas publicitarias, promoviendo su labor; se auto designan o gestionan falsos reconocimientos por una supuesta buena gestión o calidad en el ministerio que dirigen.
Mantienen una intensa publicidad por años en la televisión, con los recursos de la institución, no de su propiedad, lo que constituye un acto deshonesto, deshonroso, falta de pudor y una violación a la ética profesional y gubernamental.