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Santo Domingo

Boca Chica, radiografía de una disfuncionalidad familiar y social

Humberto Almonte

Analista de Cine

El abordaje de las realidades sociales necesita una aproximación basada en el conocimiento, en una estructuración técnica de ese conocimiento que potencie el discurso de ese abordaje, y en el caso del cine, una sensibilidad que no esté desprovista de conciencia o rigor estético. Por esto y otros atributos, la película Boca Chica impacta en la parte más profunda de nuestras psiques. 

La historia se centra en Desi, quien pasa los días en las playas de su pueblo natal, soñando con convertirse en una cantante famosa, pero su objetivo se ve amenazado por mentiras, prostitución infantil y una siniestra traición de quienes más deberían protegerla.

Gabriella A. Moses asume la dirección, con un guion escrito por Mariana Rondón y Marité Ugas, la fotografía de  Micaela Cajahuaringa, con música de Cresencio ‘El Prodigio’ García y la producción de Sterlyn Ramírez. El elenco lo componen Scarlet Camilo, Lia Chapman, Jean Cruz, Richarson Díaz, Xiomara Rodríguez, Cindy Lou Howard, Juan Hughes, Eliseo Antonio Paredes, Sterlyn Ramírez, Pedro Salamanca y Travis W. Sproul.

 

Acercarse a ese microcosmos,  a esa comunidad playera, obliga estar con los ojos y todos los sentidos en alerta para lograr conectarse con esas individualidades o la colectividad social sin dejarse abrumar por la multiplicidad de estímulos para de este modo de evitar una estigmatización que desconoce y denigra a sus habitantes cuando son vistos desde fuera, desde esas visiones excluyentes que les asignan el papel de contraluces en el paisaje playero. 

En Boca Chica asistimos a la disección respetuosa y critica de una comunidad, una familia y unas realidades desde la mirada de una niña que va despertando de manera progresiva a las realidades cercanas, a la deconstrucción de la ficción de las relaciones familiares y al inicio de sus pasos artísticos.

La gente, lo que digan y lo que muestro 

Moses se desliza por entre los resquicios de la arquitectura familiar a través de Desi  (Scarlet Camilo), quien nos permite sumergirnos en la cotidianidad que rinde pleitesía a las apariencias y las simulaciones que oculten las frágiles condiciones económicas del día a día de los Vázquez.  

En medio de la organización de la boda de Elvis (Richarson Díaz) y la gringa texana Annie (Cindy Lou Howard), la falsa estructura que ha construido la madre de la niña que es Carmen (Lia Chapman), su tía Nena (Xiomara Rodríguez) y Fran (Jean Cruz), hermano de Desi, comienza a resquebrajarse y a venirse abajo delante de los ojos infantiles de la protagonista.

La imperturbable conciencia que adquiere esta jovencita de los acontecimientos a su alrededor, la conducen a evitar caer en las trampas existenciales, pero a su vez, la sitúan en la vía de superar esos obstáculos salvándolos por medio del arte musical.  Ni la prostitución ni la disfuncionalidad familiar permean o hacen flaquear el espíritu de Desi. 

Lo coral del armazón de Boca Chica sitúa a una  Scarlet Camilo como Desi cuyo bien estar delante de la cámara la convierten en un poderoso elemento dramático, lo cual, junto a una red actoral compuesta donde están Lia Chapman, Xiomara Rodríguez, Jean Cruz, Richarson Díaz o Sterlyn Ramírez, entre otros, quienes sostienen la trama y elevan este drama con sordina a un gran nivel. 

La atmósfera que logra la película no hubiese podido alcanzarse sin elementos técnicos que fueron vitales como son la fotografía de Micaela Cajahuaringa con esas imágenes que saben estar en perfecta armonía con la trama, la música como elemento identitario y como un personaje más gracias a  Cresencio ‘El Prodigio’ García, y el montaje de Cecilia Delgado cuya ritmicidad agrega el toque justo que acompaña la narración. 

Mariana Rondón y Marité Ugas entregan un guion cargado de matices de la realidad exterior e interior de los personajes y los lugares  sin huecos ni hoyos narrativos de ningún tipo, cada situación y cada personaje está estructuralmente compuesto sin fisuras con una economía dramática de altos vuelos. 

Una tristeza positiva, una alegría consciente 

Asentada en géneros como los de estilo religioso o clásico, el rap o la música típica, la película articula estos ritmos que la recorren de principio a fin del metraje dándonos un panorama que muestra los maridajes y entrecruces que se producen en la cultura dominicana en la actualidad, enriqueciendo tanto lo popular como lo clásico. 

Gabriella A. Moses conduce su opera prima Boca Chica sobre un tema complejo y áspero con un pulso muy firme, abriendo con el bisturí de su visión estética el cinismo social, la familia, la infancia o la prostitución, sin caer en excesos de dudoso gusto o de pornomiserias panfletarias, todo ello con un tacto y una carga de humanidad nada comunes. 

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