Humberto Almonte
Analista de Cine
La frase hecha “segundas partes nunca fueron buenas”, ya ha sido desmentida. Ahora nos llega el turno de las terceras partes, que a excepción del Padrino III entre otras, han funcionado como la terroríficamente humana y tierna 28 años después (28 Years Later), que nos sitúa en una época en que los británicos siguen afectados por el virus de la rabia.
Es necesario poner en alerta al espectador de que ésta es la primera parte de una trilogía, y por lo tanto, al margen de su especificidad, es el punto de partida de situaciones que en lo adelante, serán desarrolladas de manera más detallada y clara. Estamos advertidos.
La historia se desarrolla años después los sucesos de “28 semanas después”, el virus de la ira ha regresado y un grupo de supervivientes debe sobrevivir en un mundo asolado por hordas de infectados.
La dirección recae en Danny Boyle que firma el guion junto a Alex Garland, con la producción ejecutiva de Cillian Murphy. El elenco lo componen Jodie Comer, Aaron Taylor-Johnson, Alfie Williams, Ralph Fiennes, Edvin Ryding y Jack O’Connell.
Boyle y Garland se han decantado por un enfoque más gore, más crudo, por un lado, y por el otro, han acudido a los sentimientos y a la familia en un planteamiento temático que se apoya en la multiplicidad narrativa y estilística en búsqueda de una conexión más contemporánea y realista con el espectador.
Una evolución zombie no tan sorpresiva
Protegidos por el aislamiento de Holy Island, Spike (Alfie Williams), su padre Jamie (Aaron Taylor-Johnson) y su madre enferma Isla (Jodie Comer), viven en esta isla que solo se conecta con el continente por espacios de tiempo limitados pues la marea suele cubrir el pasaje y esto les ayuda en su defensa contra los zombies rabiosos.
En una especie de rito iniciático, el padre lleva a al joven Spike a cazar zombies, algunos gordos y lentos que reptan y otros, los Alfas, enormes y rápidos, una especie de primos de Gulliver con la velocidad de Usain Bolt. Esta cacería es el inicio de todos los acontecimientos que desarrolla la trama y que incluye un peligroso recorrido de Spike en busca del extraño Dr. Kelson (Ralph Fiennes), un personaje con ciertas semejanzas con el Coronel Kurtz de Marlon Brando en Apocalypse Now, esperando curar a su madre Isla de la misteriosa enfermedad que padece.
Todo el periplo narrativo está cubierto de sangre, tripas, cabezas cortadas, violencia a un ritmo de gran intensidad y barnizado con la marca de fábrica de Danny Boyle, que es una estética visual marcada por la afinidad con el videoclip, asistido en esto por su viejo cómplice el DP (Director de fotografía) Anthony Dod Mantle, y ambos, para conseguir las atmósferas deseadas acuden, además de las cámaras de cine reglamentarias, al Iphone 15 y a drones, entre otros artilugios.
La mezcla de géneros va desde el coming of age, el terror apocalíptico/ distópico, el gore o el drama familiar, todo ello aderezado con referencias al Covid, la salida británica de la Unión Europea y a realzar ciertos guiños a esas diferencias culturales ancestrales británico/francesas.
Es interesante el balance que hace la película de las relaciones padre/hijo y madre/hijo, que la dota de esa tonalidad afectiva pocas veces presente en una obra que se apoya en el gore o el terror más violento. Los momentos de ternura le sacarán a muchos unas cuantas lagrimitas.
Al enfocarnos en la actuación debemos dirigir nuestra mirada hacia Jodie Comer y su aproximación al personaje atormentado de Isla, la madre, el cual Comer matiza y le saca gran partido, y al Dr. Ian Kelson que encarna Ralph Fiennes, balanceándose entre la extrañeza, lo terrorífico, la ética médica y cierto toque humanista.
La humanidad vuelve a lo básico
Armados con arcos y flechas los no infectados se defienden en un mundo sin ninguna de las comodidades de la modernidad y con muchas de las desventajas de la época prehistórica, tomando en cuenta que los zombies Alfas podrían ser más peligrosos que los mamuts o los tigres dientes de sable.
28 años después (28 Years Later) de Danny Boyle está cruzada transversalmente por una mezcla de géneros, referencias de acontecimientos políticos de algunos años atrás y guiños a diferencias culturales entre países de la vieja Europa. Pese a ciertos altibajos, esta epopeya sangrienta y terroríficamente sentimental muestra a un Boyle en plena forma estética y discursiva.