José Flandez
El auge que está experimentando la ultraderecha a nivel mundial, es un fenómeno preocupante que genera estrés en los sectores que defienden la democracia, las libertades y el estado de derecho.
El triunfo en USA del populista ultraderechista, Donald Trump, en base a discursos populistas, xenófobos, autoritarios y antidemocráticos, representa una amenaza para la cohesión social, la estabilidad política, los derechos humanos y para la integridad de las instituciones democráticas.
Diferentes factores contribuyen al creciente ascenso de las formaciones políticas ultraderechistas, entre ellos el descontento social y económico en algunas naciones debido a la desigualdad económica, las crisis financieras y la inseguridad laboral, entre otros temas influyentes.
Este creciente auge de la ultraderecha también se ha visto impulsado por el intensivo y masivo uso de las redes sociales y de los medios de comunicación tradicionales, que permiten la difusión de sus nocivas ideas y propuestas desestabilizadoras.
Por medio de la continua desinformación, la creación y difusión masiva de teorías de conspiración estos grupos ultraderechistas han logrado amplios apoyos en todos los grupos sociales, creando un caldo de cultivo que les ha permitido a los movimientos ultranacionalistas y xenófobos captar respaldo de sectores populares que sienten abandono de parte de los gobiernos y de los políticos tradicionales.
Y es que el discurso de los políticos ultraderechistas se caracteriza por su exaltación del nacionalismo, la defensa de las tradiciones, la cultura, las amenazas de aplicar mano dura contra la inmigración ilegal y la criminalidad, además de la crítica a las instituciones internacionales, como la OTAN, por ejemplo, y el ataque a los derechos humanos.
Así es que con estos mensajes simplistas que polarizan la sociedad, conquistan a aquellos que buscan soluciones rápidas a problemas complejos a los que se enfrentan nuestras sociedades.
El peligro de la ultraderecha, al igual que el de la ultra izquierda, radica en su intensión de violar las normas democráticas, la diversidad y la interacción pacífica de las sociedades.
Sus políticas de exclusión y discriminatorias, pueden alimentar la intolerancia, la violencia y el odio hacia minorías étnicas, religiosas o sexuales, poniendo en riesgo la cohesión social y la paz de las naciones.
Para contrarrestar el peligroso auge de la ultraderecha, es fundamental fortalecer las instituciones democráticas, promover la difusión de los valores cívicos, la tolerancia, el respeto mutuo, el diálogo intercultural y la participación en la vida política.
En fin, es a través de un compromiso firme con la defensa de los derechos humanos que se podrá eficazmente combatir el avance de la perniciosa ultraderecha, así como también de la no menos peligrosa ultraizquierda, y sus agendas antidemocráticas y excluyentes.