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Santo Domingo

Las cárceles son espacios invivibles

Alberto Quezada

Como asimilar en pleno siglo XXI, en un modelo de Estado Social, Democrático de Derecho, lo revelado recientemente en un informe por la Oficina Nacional de Defensa Pública de que la República Dominicana, en las 22 cárceles del nuevo y en los 19 centros de privación de libertad tradicional, hay una población interna de 25,711 reos, pese a que la capacidad es para tan sólo 15,643.

Alguien que me explique, como aceptar en plena era de la posmodernidad, que en ese mismo informe se revele que el 70 % de los presos de las cárceles dominicanas están tras las rejas bajo prisión preventiva, y de estos el 50% ya cumplió con el plazo de la citada medida de coerción y aun así siguen privados de libertad.

Pero lo más aterrador y que me conmovió hasta las lágrimas, señores, fue el leer los datos contenidos en el Informe sobre las Condiciones de Detención y de Prisión, que la tasa de hacinamiento en esas cárceles supera el 64 %.    

Luego de leer eso, visité varias veces y en tiempos diferentes esos recintos carcelarios para percatarme personalmente de esa realidad y sí había alguna evolución, pero que va; el resultado fue decepción total. Las cosas allí son peores, esos espacios son invivibles, ¡un infierno!

Cómo es posible que allí, independientemente de que sean criminales, asesinos, ladrones, narcotraficantes, violadores y estafadores, los que estén purgando sus penas, no haya la más mínima compasión por parte de las autoridades para hacer un esfuerzo de cambiar ese estado de cosas.

Me dobla el alma que más de 25 mil hombres y mujeres sigan viviendo entre patologías psiquiátricas, discriminación, abusos, droga, homosexualidad, tuberculosis, violencia, extorsión, mafias, en esas cárceles y las autoridades se mantengan en una burbuja que sólo denota dos cosas: Alegría o indiferencia.

Mi grito no va en la dirección de pedir o exigir a la actual gestión gubernamental que cambie de un día para otro la situación en las cárceles del país que data de décadas, no, no es eso; lo que sí sugiero con todo respeto es que se fije la mirada hacia esos privados de libertad. ¡Son seres humanos por Dios!

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