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Santo Domingo

Llegó el apocalipsis

Manuel Hernández Villeta

La violencia desbordada de la sociedad amerita acciones inmediatas, que vayan  desde la concertación, hasta el plomo. Los ciudadanos sienten temor, porque la impresión es que en ningún sitio se está seguro.

Si se analizan las estadísticas llega el dolor social. La mayor parte de los delincuentes son jóvenes, muchos frisando entre la adolescencia y menos de 25 años. Esa es la hora de los sueños, de preparar las realizaciones, de levantar el primer block de la columna de la vida.

Cuando un joven se convierte en soldado del pandillerismo  ya perdió todas sus ilusiones y su vida se marchita.  Esta en una calle de una sola vía que al final tiene el cementerio o la cárcel.

La sociedad también ha perdido la sensibilidad. Solo una muerte violenta llama la atención cuando de por medio hay figuras de gran exposición pública. Lo demás solo es un clic de las redes sociales. Nadie se mira en el espejo de la violencia y comprende que puede ser el próximo.

Cuando un  joven cae en la delincuencia, se comienza a erosionar el futuro del país. La generación de relevo deja un hueco, lo cual solo sirve para agrandar los problemas sociales.

La mayor parte de los delincuentes callejeros provienen de los sectores marginados, los que no estudian, no trabajan, no tienen sueños, no tienen que pensar, viven un pragmatismo sorprendente, un día a día que solo lo da la práctica del curtido en la calle.

Es que esos jóvenes malandrines saben que su jornada acaba en cualquier  momento, viven más bien hora a hora, porque  en segundos pueden pasar a las estadísticas de los que se encuentran en prisión  o cayeron en intercambios de disparos.

Las acciones a tomar van más allá de las redes sociales. Se necesita una acción de peso, de frente, de carga de trompeta y de espada al frente. Por los medios que las circunstancias  demanden, hay que poner fin, o por lo menos controlar, la ola de delincuencia.

El respeto a los derechos humanos y el sacrosanto e inviolable principio de la vida nunca puede ser golpeado. Una sociedad libre, donde no existe la pena de muerte legal, debe proteger a todos sus ciudadanos.

Pero   este  apocalipsis en que nos encontramos  exige de las autoridades tomar el bisturí y cortar la pierna con  gangrena  para  salvar el resto del cuerpo.. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

 

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