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Santo Domingo

Agua y sequía

Margarita Cedeño

Ahora que han vuelto algunas lluvias a mojar las ciudades y los campos del país, ahora que el preciado líquido del agua comienza a llenar una vez más las presas y a devolver el caudal a los ríos, ahora que al abrir las llaves vuelve a salir agua en abundancia, podemos caer en el error de pensar que el problema de la sequía está solucionado.

Cada día que pasa, el problema del agua se torna más preocupante. El cambio climático es una realidad y la humanidad no está respondiendo a la altura del problema. Las evidencias que presenta la ciencia, al parecer, son ignoradas por los que tienen a su cargo las políticas públicas. Ya quedó muy atrás la abundancia ilimitada del líquido imprescindible para la vida, y no tenemos una solución viable para generarlo en el volumen que amerita el consumo actual.

Tenemos que comenzar por aceptar que el agua es un recurso finito y en base a esa realidad, comenzar a administrarlo de la manera correcta, porque sin una gestión adecuada del agua, vamos en camino a una disminución de la calidad de vida de los ciudadanos y a la destrucción de nuestra economía.

De acuerdo con un análisis de la Fundación Economía y Desarrollo, publicado por Andrés Dauhajre hijo, en el 1961 la República Dominicana disponía de 6,895 metros cúbicos de agua dulce por habitante. En el 2019, el indicador había bajado a 2,160 metros cúbicos por habitante. Evidentemente, hay una disminución causada por el crecimiento poblacional y por el aumento de la productividad nacional, sin embargo, el mismo análisis evidencia que la disminución de la disponibilidad de agua en nuestro país ha sido más dramática que en otros países de la región, es decir, que estamos agotando el agua con mucha mayor rapidez.

En un contexto como el que se plantea actualmente, la legislación del agua debería ser una prioridad para las autoridades actuales. No debería dilatarse más el Pacto del Agua y sus documentos y estrategias conexos, siempre que busquen generar más agua para el país y de mayor calidad.

Para todos los actores sociales debería estar claro que no habrá desarrollo económico y social si no tenemos agua. Para seguir alimentando las locomotoras del desarrollo, como la industria, el turismo, las zonas francas y demás, se requiere solucionar este tema con urgencia. No podemos dejarle toda la tarea a la madre naturaleza porque ya hemos abusado de ella.

Para comprender las dimensiones del problema del agua tenemos que imaginarnos un mundo sin ella. Solo así podremos hacer un compromiso real para promover la conservación y el uso sostenible del agua, la rehabilitación de las cuencas hídricas en zonas urbanas, periurbanas y rurales, la adopción de prácticas para evitar el dispendio de agua, el tratamiento de las aguas residuales y la reutilización del recurso.

Si no reaccionamos a tiempo, corremos el riesgo de que la vida acabe.

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