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Santo Domingo

Palestina y Haití: dos infiernos parecidos

Germán Pérez

La masacre perpetrada por un grupo terrorista palestino, Septiembre Negro, el 05 de ese mes de 1972, contra el equipo de fútbol de Israel, en Múnich, Alemania matando a 11 deportistas, mostró al mundo el rostro malvado, miserable y despreciable de quienes se escudan en un supuesto nacionalismo, y que pregonan como bandera, como divisa existencial, su fe en Alá (Dios) y en la caricatura de Mahoma.

Ese acontecimiento cobarde y antihumano, marcó el inicio del ímpetu terrorista y sangriento de una parte de los palestinos, para ese entonces no existía   Hamás, lo que significa, que la violencia extrema y ciega, es parte de su naturaleza.  A partir de ahí, son muchos los actos de terror y muerte ejecutados por los lideres políticos palestinos, desde Yasser Arafat (fallecido), hasta estos momentos.

Resulta pues, que los palestinos (una buena parte de su población) al igual que los haitianos no creen en el amor, no creen en la paz, en la convivencia armoniosa con sus vecinos, en fin, desprecian la coexistencia, la civilidad y la democracia.  Lo que sí los palestinos no rechazan , es la formidable ayuda en alimentos, dinero y armamentos que les facilitan la Unión Europea, Qatar, Irán, China y Rusia. Y Estados Unidos los boronea con alimentos y medicinas, excepto  con armas de fuego.

Igual que los haitiano, los palestinos son esclavos de la mendicidad, de la lástima colectiva, pero también del odio, la soberbia y el desprecio de la vida de sus vecinos, quienes en ambos casos lo superan en amor, decencia, desarrollo, solidaridad y absoluto  humanismo, temor y respeto al Dios Creador del Uiverso.

Nunca los palestinos han aceptado convivir  ordenada y pacíficamente con Israel, siempre han perseguido su desaparición, su muerte, lo mimo que los haitianos con República Dominicana, quienes nos han invadido varias veces, nos han quitado mucha tierra, nos han robado bienes y vidas, esclavizado y lo peor es que siempre, como ahora, le han dado cancha abierta a su ancestral y perversa ingratitud, para robarnos el río masacre.

Tanto los palestinos de Hamas, de otros grupos de su misma calaña, y sus inservibles gobernantes, persiguen que les regalen el territorio completo de Israel, lo mismo que desean los líderes y una gran mayoría haitiana, con esta parte de la isla. Ambos pueblos deseann lo fácil, o sea que ese obsequio se haga por decreto simple de la ONU, o por decisión e imposición política de los países más poderosos.

Pero resulta que ni lo palestinos, ni los haitianos lograrán tal propósito, por lo menos en las próximas 3 décadas. Ambos países deberán acomodarse para la convivencia pacífica con sus vecinos, sepultando en el fango perdido, su odio, su mentalidad diabólica e infame, y su sucia cultura de arrebato, destrucción y muerte.

Tanto Israel como nosotros hemos sido sacrificados, de una manera u otra, casi obligándonos a ceder en favor de nuestros vecinos buenas extensiones de terrenos, en aras de una supuesta paz y feliz convivencia. Situación ésta que no ha sido suficiente para detener las perversas pretensiones de los políticos de allá y de aquí.

Al igual que República Dominicana, Israel no agrede sin motivos a sus vecinos, quiere y busca vivir en paz, en orden y en progreso. Pero los terroristas palestinos y haitianos no persiguen la sana convivencia, no desean una sana vecindad, lo que buscan es el todo, fruto de las amenazas, el chantaje perenne, la expansión del odio y la aniquilación.

Seguro estoy que, esta vez, el gobierno israelí dará jaque mate, eliminará sin piedad al grupo Hamás, cortando con ello y para siempre la cizaña maldita del terrorismo y la destrucción. En cuanto a nosotros, los dominicanos, estoy convencido de que en manos del presidente Luis Abinader, nuestra soberanía e identidad no están en peligro de sucumbir jamás.

Ambos países no luchan por su libertad e independencia, sino buscan que les regalemos nuestras patrias con todas sus virtudes y bondades, las que ellos no sabrán cargar y administrar por el mejor camino, en razón del infierno interior que los abate y los convierte en esclavos de la violencia y el desamor. Solo nos queda  actuar con manos duras contra ellos.

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