Humberto Almonte
Analista de Cine
Jafar Panahi descubre que los osos no existen
El hacer cine describiendo la vida de los otros es una cosa y hacerlo tomándose a sí mismo como eje principal, construyendo una fábula sobre las circunstancias completas de una sociedad, es otra. Pero lograr que no salga un panfleto cargado de obviedades es aún más complejo y eso lo podemos apreciar en Los osos no existen (Khers Nist) de Jafar Panahi.
Una larga lista de hacedores de cine se han enfrentado al poder armados solamente con imágenes, sonidos o la persistente certeza de su inalienable derecho a expresarse. Y pese a ello logran ser temidos por los autonombrados guardianes de los valores y de la pureza espiritual, quienes alegan ser los ungidos por las divinidades para gobernar.
La historia se centra en una simple fotografía de una pareja que genera caos en un pueblo fronterizo de Irán. Su autor, un director de renombre que filma una película clandestina, es acosado por los vecinos para que la entregue. La solicitud inocente se empieza a tornar violenta y la idea de crear imágenes se vuelve cada vez más peligrosa.
La dirección y el guion recaen en Jafar Panahi. El elenco actoral lo componen Jafar Panahi, Naser Hashemi, Vahid Mobasheri, Bakhtiar Panjeei, Mina Kavani, Narjes Delaram, Reza Heydari, Javad Siyahi, Yousef Soleymani, Amir Davari, Darya Alei, Rahim Abbasi, Sinan Yusufoglu, Ehsan Ahmad Khanpour e Iman Bazyar.
Los osos no existen es la mirada serena de un cineasta sobre sí mismo y la sociedad que lo rodea, y lo de rodear es literal, dadas las diferencias de Panahi con los ayatolás que manejan el estado iraní. Evadiendo las tentaciones de los trazos gruesos, el realizador se apoya, como los impresionistas, en la pincelada ligera, haciendo de este filme una metáfora dolorosa para quien ha vivido esas realidades como protagonista.
Pueblo pequeño, infierno grande
El primer conflicto, el más obvio pero sin dejar de ser importante, es la llegada del director de cine Jafar Panahi, enfrentado al gobierno, a esta pequeña población cercana a la frontera con Turquía pretendiendo rodar una película a distancia , sin contar que allí se agudizara su situación al enfrentarse a lo cotidiano, lo religioso y lo político.
Una imagen, o más bien la interpretación de una imagen tomada por el director de cine y las asunciones por parte de un grupo de individuos imbuidos en un diferendo familiar derivado de las costumbres que provienen a su vez del tema religioso, es el segundo conflicto que cruza la película.
Panahi envuelve inteligentemente toda su arquitectura narrativa entre dos parejas con dificultades familiares o existenciales. Uno es el docudrama que intenta rodar, donde una pareja, Baktiar (Bakhtiyar Panjeei) y Zara (Mina Kavani) intentan conseguir pasaportes para salir del país, y otra, Gozal (Darya Alei) y Solduz (Amir Davari) enfrentan a las costumbres ancestrales, lo cual haría que Gozal se casase con Jacob (Javad Siyahi).
Subida a la molicie de su ritmo que se mueve apaciblemente, ligado a la velocidad de la pequeña población donde está residiendo Panahi, la película acelera sus pasos cuando el realizador sale en varias ocasiones de ella. Ese contrapunteo rítmico es la perfecta metáfora del Irán de hoy en contraposición con el exterior.
El cine dentro del cine o puesta en abismo, como se le diría técnicamente, condiciona la interpretación, pues estamos delante de personajes tipo que se mueven en una estructura dramática que privilegia un minimalismo donde el preciosismo expresivo o las interpretaciones con altas tonalidades no tienen cabida, pues todo está sujeto a unas actuaciones con sordina, adaptadas a este género fílmico.
Lo político y la imagen
Evidentemente que se puede ver esta obra desde una perspectiva emocional o centrada en las relaciones amorosas, pero aquí cada fotograma exuda una mirada y un trasfondo eminentemente político en donde Panahi disecciona las raíces del pensamiento político de quienes ejercen el poder en el país persa, de cómo esas ideas se filtran hacia la base de esa sociedad.
La otra línea en que mueve la película es mostrar los alcances de la influencia de la imagen y la conciencia que tienen de ello los gobernantes y sus seguidores. Cada conflicto en la trama es desatado por una imagen o unas imágenes, todo gira alrededor de las imágenes y su capacidad discursiva o expresiva.
Los osos no existen (Khers Nist) de Jafar Panahi es la respuesta política y estética de un cineasta a quien se le ha prohibido filmar, que ha sido encarcelado y censurado, sin que nada de esto le haya quitado su voluntad de diferir o de filmar, aunque en este último caso, ese rodaje fuese hecho de manera clandestina.