Pablo Duer
Huwara).- Viviendas carbonizadas, coches reducidos a cenizas, un insoportable olor a quemado y absoluto silencio componen el paisaje apocalíptico del pueblo palestino de Huwara, tras el asalto anoche de unos 400 colonos en venganza por un ataque palestino que mató a dos israelíes horas antes a pocos metros de allí.
En este pueblo de 7.000 habitantes ubicado en el norte de Cisjordania ocupada se respira miedo. Miedo a que vuelvan los colonos que atacaron anoche -matando a un palestino e hiriendo a cientos-, miedo a los soldados israelíes que los acompañaban y tardaron en intervenir, miedo a un futuro que dicen solo augura más violencia.
Las calles de Huwara son el principal testigo del asalto: incontables piedras, contenedores de basura consumidos por las llamas, cartuchos de gas vacíos, todo sobre el fondo negro que dejaron las llamas.
La poca gente que se ve es la que se asoma temerosa desde sus balcones o quienes salen con cautela a tapiar las ventanas destruidas por las pedradas de los colonos, que estaban también armados con cuchillos, cócteles molotov y hasta armas de fuego.
Uno de ellos es Rafat Amer, de 48 años y que anoche se refugió en su casa junto a su mujer y sus cuatros hijos mientras las piedras entraban por las ventanas y rompían los vidrios.
Desde el segundo piso de su casa, describe a EFE, vieron cómo cientos de colonos irrumpieron en el pueblo y destruyeron todo a su paso, incluyendo la quema de 75 viviendas.
Hoy, tras extinguirse las llamas, observan un panorama desolador, sacudido cada algunos minutos por el paso de algún colono israelí que los insulta o amenaza, ante la mirada atenta de decenas de soldados desplegados para evitar más ataques.
Amer y sus hijos observan también el convoy de colonos que se dirige a Jerusalén para el entierro de los dos hermanos fallecidos ayer en el ataque palestino a pocos metros del lugar, y que infunde una mezcla de desazón, temor y revanchismo.
La arteria principal de Huwara es paso obligado para quienes viajan hacia o desde el norte de Cisjordania, incluyendo colonos de los asentamientos aledaños y residentes palestinos de la zona. Esto ha convertido al pueblo en foco de constantes episodios de violencia desde hace años, pero nunca de la magnitud del ataque de anoche.
“Cada vez que pasa algo, ya sea en Jerusalén, en Tel Aviv o donde sea, los colonos vienen y nos atacan, nos tiran piedras, queman nuestros autos”, explica Mohamed Abdulkarim Domaide frente a su vivienda, quemada anoche, lo que lo obligó a huir con toda su familia.
El asalto de los colonos se extendió también a varias aldeas palestinas cercanas y generó un fuerte rechazo tanto de organismos internacionales como de las autoridades israelíes, incluyendo al primer ministro, Benjamín Netanyahu, que instó a “no tomar la ley en las propias manos”.
Desde el ala ultraderechista del Gobierno, algunos ministros aprobaron la agresión contra Huwara al considerarlo un acto de disuasión contra el terrorismo, aunque el ministro de Seguridad Nacional y líder ultranacionalista, Itamar Ben Gvir, pidió que se deje trabajar a las fuerzas de seguridad que siguen buscando al responsable del ataque mortal de ayer, en el que murieron dos hermanos colonos.
Líderes palestinos y hasta algunos políticos israelíes describieron el mayor asalto colono en años como un “pogromo”, mientras que el Ejército llegó a calificarlo como un “acto terrorista”.
Un portavoz militar israelí explicó además que se vieron sorprendidos por la magnitud del ataque contra Huwara y que han reforzado sus tropas en la zona con dos batallones adicionales.
Los episodios de este domingo no resultan aislados sino que se producen en medio de un grave repunte de la violencia en la zona, que vive el comienzo de año más sangriento desde 2000.
En lo que va de 2023, el conflicto ha dejado 63 palestinos muertos en Cisjordania, un promedio de más de uno por día, sobre todo en enfrentamientos armados con tropas israelíes. Además, 13 personas han fallecido de lado israelí por ataques palestinos.
Buena parte de los 76 muertos -incluidos los tres de ayer- eran civiles no involucrados en la lucha armada, que sufren a diario las consecuencias de la actual escalada.
“Somos civiles, simples ciudadanos que no cometemos ataques”, menciona a EFE el palestino Ahmed Hawari, residente de Huwara de 37 años, que dice no sentir miedo sino “un deber de proteger su tierra y su patria”.
Hechos como los de ayer, agrega, no hacen más que aumentar el sentimiento de impotencia de la población y cree que solo llevarán a más ataques.
“¿Qué queremos? Queremos paz pero también recuperar nuestra tierra. Solo pedimos que los colonos dejen nuestra tierra en paz”, concluye. EFE