Este primer día de mayo, Día del Trabajo, llegó y pasará sin mayores diferencias que los de años pasados, desde aquellos tiempos de grandes jornadas reivindicativas.
No faltará quien alegue que los tiempos de las confrontaciones obreros patronales han cambiado, al compás de los avances del sistema democrático y el final de las ideologías.
Aún si así fuere, la realidad es que hace tiempo que el liderazgo sindical, principal exponente del laborioso sector laboral dominicano, camina a pasos aletargados, en una brumosa vereda de decaimiento en su accionar y salpicado de severos cuestionamientos.
Sin adentrarnos en mayores detalles, vale la pena insistir en el triste accionar sindical en torno a impostergables reformas que reclama el trabajador dominicano en materia de seguridad social, sistema salarial y políticas dirigidas a estrechar la brecha de la desigualdad, la informalidad y la creación y sostenibilidad en el empleo.
Las centrales sindicales constituyen uno de los pilares fundamentales para empujar acciones en las esferas estatales, empresariales y sociales a favor del bienestar colectivo.
Si no hay una sacudida en el aletargamiento sindical, entonces continuaremos recibiendo y despidiendo el Día del Trabajo sin pena ni gloria