Cristina Cabrejas
Ciudad del Vaticano.– El papa viaja mañana y el sábado a Marsella, en el sur de Francia, para participar en los Encuentros del Mediterráneo, una reunión con obispos y jóvenes de los países de la zona y donde Francisco centrará la atención en la crisis migratoria y humanitaria que vive Europa.
“El Mediterráneo como mar que une y no divide, como teatro de unión entre diferentes religiones y pueblos” será el telón de fondo de la breve visita de Francisco, señaló el portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, además de la razón por la que la archidiócesis de Marsella fue la elegida para acoger la tercera edición de los Encuentros Mediterráneos, tras Bari y Florencia, en Italia.
Serán jornadas de diálogo con representantes de toda la zona sobre la guerra, y no sólo en Ucrania, pero también sobre el medio ambiente, pues en el Mediterráneo se han sentido con fuerza los problemas causados por el cambio climático, según apuntó el portavoz vaticano como otros posibles temas que se abordarán también.
Pero, sobre todo, el papa volverá a realizar un llamamiento a Europa sobre la necesidad de ocuparse de la vida de los migrantes, “personas obligadas a abandonar su hogar y su familia en busca de un futuro, cualquier futuro, navegando por el Mediterráneo convertido en el mayor cementerio del mundo”, como explicó Bruni, recordando las palabras de Francisco en muchos de sus discursos.
La visita se produce una década después de la decisión del pontífice de viajar a la isla italiana de Lampedusa tras el terrible naufragio de 2013, con al menos 368 muertos, y que en las últimas semanas ha vuelto a ser noticia por la llegada masiva de migrantes que han colapsado su centro de acogida y puesto de manifiesto la falta de respuesta de Europa a esta crisis humanitaria.
Además, la visita coincide con un momento en el que Francia ha reforzado la vigilancia de sus fronteras con Italia para impedir el paso de los migrantes que llegan al país.
Hablando a los fieles en la plaza de San Pedro el pasado domingo, el papa explicó que asistirá al encuentro en Marsella para “promover procesos de paz, colaboración e integración en torno al Mare Nostrum, con especial atención al fenómeno migratorio”.
“Esto representa un desafío que no es fácil, como también lo demuestran las noticias de los últimos días, pero que debemos afrontar juntos, ya que es esencial para el futuro de todos, que sólo será próspero si se construye sobre la fraternidad, poniendo la dignidad humana, la gente, en primer lugar, sobre todo los más necesitados”, adelantó el mensaje que llevará a esta ciudad del Mediterráneo con una fuerte presencia de migrantes.
A su llegada a Marsella, Francisco será recibido por la primera ministra francesa, Élisabeth Borne, con quien mantendrá un breve encuentro y posteriormente se trasladará a la basílica de Notre-Dame de la Garde para participar en una oración mariana con el clero de un país con gran tradición de laicismo y cada vez más secularizado.
Después se trasladará hasta el monumento a los marineros y migrantes desaparecidos en el mar, donde se unirá a un momento de reflexión con los líderes de diferentes religiones y depositará una corona, antes de dar un discurso.
Desde principios de 2023, unas 1.300 personas han muerto o han desaparecido intentando llegar a Europa, la cifra más alta de los últimos seis años, según las cifras de la OIM y cerca 26.000 en los últimos 10 años.
La jornada del sábado comenzará con un encuentro con algunas personas en situación de dificultad económica en la casa de las Hermanas de Madre Teresa y posteriormente acudirá al Palacio du Faro, donde se ha celebrado la reunión de los 60 obispos y jóvenes del Mediterráneo y donde tomará la palabra.
El papa será recibido por el presidente francés, Emmanuel Macon, y su esposa, Brigitte, y después los dos mandatarios se reunirán en privado, en la cuarta entrevista de ambos.
El presidente francés también participará en la misa que Francisco celebrará en el Velódromo marsellés, con capacidad para 67.000 personas, a pesar de que no es creyente, en lo que ha interpretado como un gesto de respeto al pontífice. EFE