Miguel A. Pérez
El ex presidente Donald Trump estuvo a un tris de perder la vida. Definitivamente la seguridad falló pero “por suerte”, el tirador también falló (?).
Un mozalbete casi logró lo impensable, poner a la más poderosa nacion al borde de una situación caótica.
Hoy los seguidores de Trump estuvieran acusando al presidente Joe Biden y se estarían haciendo las más variadas conjeturas de la participación de cuantas organizaciones o países se consideren ligados al terrorismo.
Las investigaciones que hoy han determinado que el atacante aparentemente actuó solo serían creíbles para unos pocos.
Está grave falla de seguridad es inaceptable y ha de traer graves consecuencias pues lo que estaba en juego era la paz nacional, que de seguro hubiera traído una serie de consecuencias en el orden económico mundial.
Los enfrentamientos muy subidos de tono eran el caldo de cultivo ideal para la catástrofe nacional y ahora tanto Trump como Biden han entendido que el tono se debe bajar.
Vemos como un simple joven puede poner en entredicho la estabilidad de una nación, que no es necesario un enfrentamiento bélico para que se pueda sucumbir con impredecibles consecuencias.
En este espejo deben verse las principales naciones del mundo e incluso países del tercer mundo que han vivido tragedias por falta de las medidas oportunas, véase por ejemplo el caso de Haití donde se logró penetrar a la residencia del primer ministro y quitarle la vida, sumiendo esta media isla en una crisis que se extiende hasta hoy.
Un “fallo” de apenas centésimas, más el descomunal fallo de seguridad no deja de llenarnos de terror por lo que pudo haber sido, aunque no fue.
Es probable que este acontecimiento pese en el resto de la campaña electoral norteamericana que concluye con las elecciones de noviembre próximo, propiciando un clima de mayor tranquilidad.
Los mensajes del expresidente Trump de fraude y de que no va a aceptar los resultados de los comicios seguramente van a desaparecer así como la campaña demócrata que presenta a su rival como la reencarnación del mal y un peligros para la democracia.
Habrán de prevalecer las propuestas y lineamientos de políticas domésticas e internacionales y como enfrentar las múltiples problemáticas que se le presentan a la nación norteamericana.
El disparo “fallido” podría convertirse en la oportunidad de encausar la política por otros senderos, de ver que nadie es imprescindible porque la muerte nos acecha de diferentes maneras y los países van más allá de los hombres.
Este acontecimiento atroz puede servir mucho más que grandes discursos pues es una clarinada de la debilidad humana, de la fragilidad de las naciones y la importancia de unirse en torno a las ideas y proyectos esperanzadores.
Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga pues ahora la seguridad será una fortaleza para evitar situaciones que pudieran originar tragedias más allá del orden puramente personal o grupal.
Que Dios bendiga a los Estados Unidos y al mundo y nos libre de males mayores y traiga la paz necesaria entre las naciones sin importar sus ideologías.