Mario Martínez
Resulta preocupante el nivel de abstención que hemos observado en los últimos comicios electorales.
Las elecciones municipales del pasado 18 de febrero tuvieron la mayor cantidad de abstención en la historia electoral. Alrededor del 47.82 % de la matrícula de electores hábiles de estos comicios decidió no expresar su voluntad en las urnas, mientras que un promedio de abstención general del 37.98 % decidió no usar su derecho al voto en las elecciones presidenciales y congresuales del 19 de mayo pasado.
Si bien es cierto que la democracia no es más que un régimen político donde la soberanía la ejerce el pueblo y las elecciones son hechas por votación, no menos cierto es que la abstención de un alto nivel de electores presiona y desafía el sistema político de partidos y en efecto, al régimen democrático en que vivimos los dominicanos.
Dicha situación ha encendido las alarmas de los congresistas a un nivel preocupante, tanto que un número importante de diputados propuso quitar ayudas sociales y bloquear la renovación de documentos a quienes no cumplan con el sagrado deber de votar.
Si el principio objetivo de la democracia es considerado como una forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía, y que en una democracia ideal la participación de la ciudadanía es el factor que materializa los cambios, se hace necesario que entre gobernantes y ciudadanos se establezca un diálogo para alcanzar objetivos comunes. Cuánto más si el gobierno de la República Dominicana se lleva a cabo en un marco de una democracia representativa, donde los siete principios de la democracia y la misma Carta Democrática definen los elementos esenciales de la democracia representativa en términos muy específicos, donde el primero de ellos es el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Visto esto, llamamos la atención de nuestros congresistas a actuar con prudencia, cautela, tacto, sentido social y fino olfato sobre las causas por las cuales la gente está perdiendo el interés de votar, antes que tratar de fomentar la democracia y el sistema de partidos con la imposición, algo que a nuestro juicio sería absolutamente contraproducente y lesivo, en un marco más amplio: al Estado Social y Democrático de Derecho donde vivimos los dominicanos.
Consideramos recomendar a nuestros legisladores y al gobierno en sentido general tomar al menos las 20 provincias más importantes del país en términos de población y hacer estudios que revelen las causas por las que la gente y máxime la juventud, está perdiendo interés en la política hasta el punto de hacerse indiferente al sufragio del voto.
Pensamos que en dichos estudios podrían aparecer algunas de estas causas. Primero: la separación de las elecciones municipales de las elecciones presidenciales y congresuales.
Segundo: la falta de confianza del elector ante las propuestas de los candidatos y su posterior olvido de las mismas. El hecho de haber recibido tantos programas de gobiernos con cientos de propuestas y que aún no hemos superado uno de los objetivos del milenio, cuanto menos los objetivos que fueron trazados luego para ser superados en un tiempo marcado. Sencillamente, eso quita las ganas de votar, compañero.
Tercero: el método de Hondt. Es triste pensar que este método, buscando dar pluralidad en la representación congresual a los partidos pequeños ante la representación de los partidos grandes, ha ido matando el deseo de la gente de votar, ya que cuando su candidato a regidor supera por 5,000 votos a uno de un partido pequeño y le dan el escaño con 5,000 votos menos, esos 5,000 electores pierden las ganas de votar. Igual que un diputado que supere a otro por 5,000, 10,000 y hasta 15,000 dependiendo de la población de su provincia, ese excedente de votantes pierde las ganas de votar. Es duro pensar que, en las elecciones presidenciales pasadas, más de 600,000 votos de dominicanos fueron gratis porque el método de Hondt le quitó el efecto que el elector buscaba.
Gobierno, políticos, sistema de partidos, recomiendo buscar la solución de manera efectiva en pro de fortalecer nuestro sistema democrático, sin cargarle el daño al pueblo. Busquemos la solución en la raíz del árbol y no en su follaje. Revisémonos a ver: ¿dónde le hemos fallado al pueblo y no dónde lo hemos de desafiar?
Ese gigante del pueblo dominicano parece dócil y sumiso, pero no lo es. Consulten bien la historia y verán. ¡OJO!