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Visiones y versiones de las discriminaciones en las películas Liborio, Bantú Mama y Perejil

Humberto Almonte

Analista de Cine

Las  miradas de películas como Liborio, Bantú Mama y Perejil, se dirigen hacia temas polémicos en la sociedad dominicana, como las discriminaciones o los racismos que subsisten junto a los clasismos, para componer un grupo de impedimentos que afectan el ejercicio integral de los derechos sociales, políticos y culturales.  

Una nueva generación de cineastas como los hacedores de estas tres obras han comenzado a elevar sus voces y a enarbolar estos discursos críticos pero propositivos en busca de la discusión, el análisis y la resolución de estas anomalías, que son las que impiden una real armonía social.   

La inclusión de estas particulares visiones sobre la composición social dominicana en la programación del Festival de Cine Africano y de la Diáspora, a celebrarse en diferentes ciudades y regiones de Costa Rica, representa una interesante vía de conocimiento y retroalimentación para las audiencias y las cinematósferas de países geográficamente tan cercanos y a la vez alejados cinematográficamente por temas como la distribución. 

 

Liborio -2021- 

Hasta los días que corren, la historiografía dominicana, o mejor dicho, una parte importante de sus representantes, han mantenido una bruma sobre Liborio o la matanza de Palma Sola, dejando a estos sucesos, sus causas y efectos, en un limbo en el que no sabemos si solo fue un culto mesiánico, una amenaza al status quo local, o un movimiento de resistencia contra la ocupación militar norteamericana. Lo cierto es que esta obra viene a darnos una visión menos general y más intima de aquellos acontecimientos. 

El acercamiento de Nino Martínez Sosa a un personaje tan ricamente afincado en el imaginario popular como Liborio, se produce vadeando la historia, la religiosidad afro-caribeña y unas tradiciones que perviven en esa parte de la región sur.  Olivorio Mateo Ledesma o Papá Liborio es visto a través de los ojos de una miríada de personajes, dándonos así una visión múltiple y descubriendo la humanidad detrás del mito. 

La estructura narrativa que elige el realizador se apoya en los ricos recursos que aporta el género documental que le agregan toques de verosimilitud a una ficción que busca desentrañar los universos interiores y las motivaciones del líder y su entorno, evitando así los maximalismos discursivos que tanto lastran a cualquier obra cinematográfica a la hora de acercarse a cualquier acontecimientos histórico. 

El Liborio que vemos aquí dista mucho de esa imagen de líder mesiánico delirante que se ha cultivado en textos, foros o aproximaciones desde diferentes ópticas. A partir de esta mirada se puede empezar desde las audiencias a entenderlo desde una perspectiva, sino más real, por lo menos despojada de los prejuicios usuales que se tienen sobre él.   

El realizador nos sumerge en un viaje hipnótico, una atmósfera que se apoya en una arquitectura guionistica sólida, un ensemble actoral que resuelve sus personajes con cierta eficiencia, en imágenes que exudan un realismo casi documental y la fluidez de un montaje preciso y sin aspiraciones a convertirse en un virtuosismo vacuo. 

Bantú Mama -2021-

Explorando con una perspectiva diferente las identidades de la intersección de una representante de la diáspora africana y los residentes de un sector de Santo Domingo, reducto de descendencias multiétnicas, Bantú Mama cuenta la historia de Emma, una mujer franco-camerunesa que huye de un arresto por tráfico de drogas en la República Dominicana. Encuentra refugio con tres niños que viven solos en el barrio más peligroso de Santo Domingo. Al convertirse en su protegida y su figura materna, su destino cambiará inexorablemente.

El realizador Iván Herrera logra dotar a Bantú Mama de ese tono realista que captura la atmósfera vital de un sector con elevados niveles de delincuencia en la ciudad de Santo Domingo, sin acudir al paternalismo, a la pornomiseria manipuladora o a la expresividad actoral lúgubre y exacerbada tan usual en algunas películas criollas al tratar de capturar el espíritu de lugares en circunstancias sociales especialmente difíciles. 

Lo que hace Herrera es acercarnos a las realidades cotidianas de una humanidad ausente de la mayoría de los discursos audiovisuales locales, despojado de adornos o la caricaturización de estos habitantes. Este hacedor se desliza por los resquicios de este tejido social para construir una película alejada de toda estridencia. 

La corriente afectiva y la solidaridad que cruza la atmósfera y el ambiente en estos espacios barriales, conviven con un contrapunteo que al maridarse le dan a Bantú Mama ese tono equilibrado que toca al espectador y lo asoma a los sonidos y las imágenes de esos relatos sociales despojados de la felicidad de fachada que quieren darnos de nuestra sociedad, muy cercanos a los cultores de la  “marca país”. 

Por encima de su aparente sencillez y falta de pretensiones, se cuela un humanismo en las interacciones de personajes como Emma (Clarisse Albrecht) y T.I.N.A (Scarlet Reyes) o en la conciencia que tienen los habitantes del barrio de la falta de futuro que tienen allí, como acertadamente reflexiona T.I.N.A. a quien razón no le falta. 

Perejil -2022- 

Los hechos históricos siempre serán vistos bajo la óptica diversa de los intereses de cada individuo, algo inevitable. Lo que está en nuestras manos es tratar de asumirla con la mayor amplitud  posible sin que las pasiones obtusas nos lleven a relativizar hechos atroces. Por lo que el abordaje que hace Perejil sobre la matanza de haitianos de 1937 debe mirarse con toda la serenidad posible. 

La decantación por parte del realizador de una narrativa que se desenvuelve en una linealidad sin sobresaltos, impide al espectador una conexión con los personajes y la situación que narra la película. Si bien es necesaria una cierta distancia entre lo que se cuenta y el receptor de las historias que se narran, en este caso, esa distancia dificulta la interacción entre ambos. 

Le seguimos los pasos a Marie (Cyndie Lundi), la esposa embarazada haitiana del dominicano (Ramón Emilio Candelario), y la vemos emprender la vía dolorosa de atravesar una tragedia sangrienta, tratando de sobrevivir y de cuidar a su bebé por nacer, y sin embargo, esa linealidad antes mencionada nos impide emocionarnos, suspender la realidad y sumergirnos en la vorágine de sufrimiento y sangre a su alrededor. 

A lo largo de la trama se pueden observar sin embargo, claves interesantes sobre los sustratos ideológicos de los perpetradores de la masacre, y entre ellos, una de las más importantes se desarrolla en el dialogo entre Frank Gómez, pareja de Marie, y su hermano Germán (Pavel Marcano), acusando este último, miembro del ejercito trujillista, a Frank, de tenerle envidia por ser más “clarito, un aspecto central en el imaginario racista dominicano. 

En lo actoral podemos ver la interesante expresividad que emana de intérpretes como Cyndie Lundi en el papel de Marie, o de la novísima Attabeyra Encarnación, que trascienden sobre sus personajes limitados por su construcción dramatúrgica interna. La cuestión de los diálogos tampoco ayudó a transmitir con precisión la dramaticidad de las situaciones, pues la articulación de estos careció en algunos casos de una cercanía con los códigos de los hablantes de la región donde se desenvuelven las acciones o  con esa fluidez expresiva tan necesaria. 

Perejil de José María Cabral pone el foco en la masacre cometida por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en 1937 contra la población haitiana, habitante de la región fronteriza de la República Dominicana , un hecho histórico comprobado. Se pueden criticar aspectos estéticos o diferir de la visión del realizador, pero estamos delante de un discurso honesto y sin estridencias de ningún tipo. 

 

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