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Santo Domingo

Violencia planetaria

Sergio Sarita Valdez

¡Que suenen las alarmas! ¡Que se oigan las sirenas! ¡Que se haga visible el cuerpo de bombero global en su activa y efectiva labor de apagar las llamas ecológicas que reducen a cenizas lo que ha costado billones de años construir! La gran manzana irreconocible envuelta en una espesa nube de materia orgánica parcialmente quemada.

Para los escépticos podría quizás tratarse de una fílmica de Hollywood a estrenar en el futuro; sin embargo, no estamos soñando, es la foresta de la nórdica Canadá la que arde esparciendo sus cenizas por los aires que el viento riega por la ciudad de los rascacielos. No se trata de un sueño apocalíptico, ocurre al final de la primavera de 2023 en América del Norte. ¿Acaso debería este lamentable hecho asombrarnos? De ninguna manera, al fin y al cabo, cosechamos lo que sembramos.

Hace decenas de años que en la capital mexicana por el momento la atmósfera se vuelve tóxica para adultos mayores con serias afecciones cardiopulmonares crónicas, gracias al contenido elevado de monóxido y dióxido de carbono derivado del parque vehicular activo en las horas pico. ¿Único y exclusivo del país azteca? ¡Que va gallo, que va! ¿Uso de energía limpia renovable? Un sueño enunciado como píldora tranquilizante recetada para aquellos ansiosos visionarios que cansados por la máquina del tiempo han visto sus gritos de “¡Peligro!” aterrizar en sordos oídos que solo escuchan las voces del consumo y la ganancia.

La guerra en Europa y el norte africano, sumado a la crónica violencia fratricida en el Oriente Medio no dan señales de extinguirse, más bien se mueven insumos bélicos a las zonas en conflicto. La lucha entre guerreristas y pacifistas luce inclinarse a favor de los primeros.

Mientras tanto en esta media isla oriental de La Hispaniola Norte y Sur comparten los desbordes de ríos y cañadas luego de un período de sequía que agotó las reservas acuíferas retenidas en las presas existentes. Centenares de cosechas arruinadas por las consabidas inundaciones, así como un dramático saldo de muchas familias humildes afectadas. Disminuye la producción y aumentan las deudas a corto, mediano y largo plazo. Cada día cuesta más adquirir la canasta básica; se disparan precios de los medicamentos, así como de todos los productos del mercado. El poder adquisitivo de la gente se reduce, en tanto escasean los alimentos. La desnutrición infantil en las familias humildes crece como la verdolaga.

¿Tiempo para el desánimo y la claudicación? ¡Eso jamás! ¡Nunca ha lucido más oscura la noche que cuando asoma el amanecer! Son miles de millones los ojos que miran hoy el realismo del cambio climático. Se cuentan por centenares de millones los corazones que laten al ritmo del bienestar colectivo. Son miles de millones las mentes que sueñan con la paz mundial. La madre tierra ha dicho ¡Basta! La estamos sintiendo y debemos obedecerla ahora más que nunca. ¡No estamos locos! Somos muchos los cuerdos y solo un puñado los malvados. Estos últimos hacen ruido, no convencen, se derrotan.

Mantengamos y proyectemos nuestro inmenso amor por la naturaleza, la fe en el progreso y continuo desarrollo de la ciencia y la tecnología. Como vanguardia, trabajemos juntos hasta construir el puente que una en paz armoniosa al Homo sapiens y su entorno.

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