Nelson Encarnación
El presidente Luis Abinader corre el riesgo de que le califiquen de reiterativo en el abordaje del tema haitiano, en razón de que se refiere a esta cuestión de manera sistemática, no solo al interior de la República Dominicana, sino en todos los foros internacionales en los que tiene la oportunidad de hacerlo.
Pero es preferible que se lo digan y no que le enrostren desinterés frente a una situación que le genera a nuestro país un cúmulo de dificultades visibles y no visibles que de ninguna manera pueden ser soslayadas.
La responsabilidad de un gobernante es velar por los intereses del país que le eligió, por lo que en mi caso particular me abstengo de criticar al presidente Donald Trump cuando aplica una política dura frente a la inmigración irregular que llega a los Estados Unidos.
Esa política de la Casa Blanca opera en favor nuestro, si nos remontamos a expedientes no tan lejanos, en los cuales se nos ha estigmatizado de manera injusta por una supuesta actitud racista frente a los haitianos, viéndonos en más de una ocasión en la necesidad de resistir presiones de Washington para relajar las leyes migratorias—y la propia Constitución—en beneficio de los inmigrantes del vecino país.
E incluso, han sido reiterados los informes del Departamento de Estado en los cuales se nos han arrojado diatribas hasta cierto punto peligrosas por aplicar nuestras leyes.
Es decir, que hasta prueba en contrario, por ahora nos libraremos de ese sambenito recurrente en los informes anuales del Gobierno estadounidense. Al menos, eso suponemos.
La fijación constante de la atención del presidente Abinader a este problema, manifiesta una determinación de afrontarlo con el carácter que amerita, pues lo que ahora es una dificultad migratoria, en un futuro que no sabemos, esta cuestión puede escalar a un conflicto de una envergadura que ni siquiera queremos imaginar.
Pero sabemos que, en tal caso, el desenlace no sería pacífico por más decididos que estemos de que no pase a una vía cruenta, en la cuya eventualidad la República Dominicana solo llevaría las de perder.
Por tal razón, el afán del mandatario por enfrentar el problema en el tamaño actual, es una actitud muy responsable, que prevé ese futuro potencialmente ominoso.
Apoyar ahora al presidente es una actitud tanto patriótica como responsable.