Londres. El humor británico, a menudo descrito como flemático, también oscila entre el absurdo de los Monty Python, la ineptitud de Mr. Bean o la picaresca de Benny Hill, y sus raíces pueden encontrarse ya en la comedia de la Edad Media, según revela un estudio de la Universidad de Cambridge.
La investigación, publicada en “The Review of English Studies”, parte del hallazgo de un manuscrito del siglo XV, un texto descarado para actuaciones en vivo y en directo que se burla de reyes, curas y campesinos; que anima a la audiencia a emborracharse y a reirse con chistes obscenos, dobles sentidos o pistas falsas.
Este texto, hallado “por casualidad” en la Biblioteca Nacional de Escocia, no solo arroja luz sobre los orígenes del humor británico, sino también sobre el papel que desempeñaban los juglares en la sociedad medieval, explica su descubridor, James Wade.
El experto recuerda que estos artistas viajaban por todo el territorio para actuar en ferias, tabernas o salones señoriales y que sus andanzas están reflejadas habitualmente en personajes de la ficción literaria, pero casi nunca en juglares de carne y hueso.
Por eso, Wade cuenta que experimentó una especie de “epifanía” cuando leyó el comienzo del citado manuscrito: “Por mí, Richard Heege, porque yo estuve en esa fiesta y no bebí”.
“Era una muestra de humor intrigante ya que era extraño que los escribas medievales compartieran tantos detalles sobre su persona”, expone el investigador de Cambridge en un comunicado.
Para descubrir cómo, dónde y por qué lo redactó, Wade centró su atención sobre el primero de los nueve libretos que componen el llamado “Manuscrito Heege”, cuya fecha podría situarse en torno a 1480.
En su opinión, el escriba lo copió para inmortalizar el texto ya escrito antes por “un juglar anónimo” para una de sus actuaciones en algún lugar próximo a la frontera entre los condados de Derbyshire y Nottinghamshire, en el centro de inglaterra.
Los tres textos del primer libreto de Heege comprenden un romance burlesco en verso, titulado “La caza de la liebre”; un sermón ridiculizado en prosa; y “La batalla de Brackonwet”, un verso aliterativo plagado de disparates.
“La mayoría de la poesía, canciones y narraciones medievales se han perdido y los manuscritos suelen preservar reliquias de arte refinado. Esto es diferente. Es loco y ofensivo, pero igual de valioso. La comedia en vivo siempre ha implicado la toma de riesgos. ¡Y estos textos son arriesgados! Se ríen de todo el mundo, pobres y ricos”, celebra Wade.
Los tres textos, prosigue, son cómicos y están diseñados para la actuación en directo, en la que el narrador interactúa con la audiencia pidiendo, por ejemplo, que le den un trago o lanzado chistes cómplices, lo que demuestra que tenía buenos conocimientos sobre la psicología de las diferentes clases sociales de la época.
Wade cree que este juglar escribió partes de su repertorio porque contenía muchas partes tan absurdas que le hubiese resultado “extremadamente complicado” recordarlas.
“Aquí tenemos a un artista hecho a sí mismo, con muy poca educación formal, creando un material realmente original e irónico. El hecho de que podamos hacernos una idea sobre alguien así es increíblemente excepcional y emocionante”, observa el experto.
Su material, agrega, se parece al que encontramos hoy en día en programas de televisión que comentan la actualidad con sátira y en las comedias “situacionales o en las ‘slapstick’ (bufonadas)”, así como en las actuaciones en vivo en las que predomina la “auto-ironía”, muy característico del humor “british”.
“Estos textos son realmente cómicos y ofrecen de todo, desde lo satírico, lo irónico y lo absurdo hasta lo tópico, interactivo y el metahumor. Es un auténtico festival de la comedia”, bromea Wade. EFE