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Santo Domingo

Teoría versus práctica médico-forense

Sergio Sarita Valdez

Nuestro sistema educativo secundario y universitario está compuesto por un determinado volumen de integrantes teóricos seguidos de prácticas que intentan darle sustancial apoyo a los enunciados memorizados y razonados en las aulas.

Con una frecuencia más de lo usual comprobamos un divorcio entre lo planteado por el docente y lo llevado a cabo durante la práctica profesional. El egresado llega al convencimiento erróneo de que una cosa es lo que asevera la teoría y otra lo que indica la práctica.

Dentro de esa línea de razonamiento se podría interpretar que en la vida real todo lo que hacemos es como si se tratara de un músico profesional que ejecuta con su instrumento algo que lee en el pentagrama.

Lo cierto es que el ser humano cantó y ejecutó melodías mucho antes de que se inventara la escritura. En términos generales se puede aseverar que la teoría es hija de la práctica.

El siempre recordado patólogo forense norteamericano Alan R. Moritz procedente del Instituto de Patología de la Universidad Western Reserve, ubicada en Cleveland, Ohio, dictó una conferencia el 11 de octubre de 1956 durante la reunión anual número 35 de la Sociedad Americana de Patólogos Clínicos, celebrada en la ciudad de Chicago. La disertación llevó como título “Errores Clásicos en Patología Forense”.

Antes de dicho evento el afamado profesor Moritz solicitó y obtuvo valiosas sugerencias de legendarias figuras del quehacer médico estadounidense de la época tales como los patólogos Lester Adelson de Cleveland, Milton Helpern de New York, Russell S. Fisher de Baltimore, Robert W. Huntington de California, parte de un total de 16 autoridades que dieron sus aportes para complementar esta legendaria conferencia clásica hija de práctica forense en la patria de George Washington y de Abraham Lincoln.

Más de medio siglo de ejercicio médico forense me han permitido comprobar la validez de las advertencias enunciadas en aquella conferencia por lo que mis discípulos saben a lo que me refiero cuando menciono a Alan Moritz. Dicho sabio inició el magno evento advirtiendo de las consecuencias derivadas de no tener presente los objetivos fundamentales de una autopsia médico legal que son los de identificar a la víctima, determinar el momento del fallecimiento, establecer las circunstancias en que se produjeron los daños, cuál o cuáles fueron los elementos causantes de las lesiones, los factores que permitieron la ejecución de los daños, así como asociar las alteraciones corporales con la o las personas imputadas.

El doctor Moritz advertía de la grave pifia de no realizar una experticia médico legal completa. Igualmente hacía hincapié en el manejo y cadena de custodia de las muestras para la analítica forense. Insistió mucho en el cuidado a tener al elaborar el informe forense. Se refirió al error de hablar por adelantado, exponer más de lo debido y de expresarse ante el auditorio equivocado.

Detalla las situaciones en que reporteros, policía, fiscales y hasta colegas ejercían algún tipo de presión para que se emitiera un informe parcial antes de que se completara la investigación. Llevado al grado extremo por las autoridades superiores ha de advertirse por escrito de que se trata de impresiones prematuras sujetas a cambios posteriores.

Hijo de la práctica como madre de la ciencia es el principio de que el patólogo forense primero investiga, analiza, sintetiza, extrae conclusiones y luego redacta el informe en términos claros, precisos y sin ambigüedades.

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