Neftalí Ruiz
Santo Domingo.- El sueño de llegar a las Grandes Ligas ha sido el camino hacia la muerte de varios prospectos en los últimos 20 años debido al uso de sustancias para mejorar el rendimiento y un joven de Santiago, pero que entrenaba en San Luis es el afectado más reciente.
Ismael Ureña Pérez es la víctima más actual del desordenado ambiente de las firmas de adolescentes para el béisbol profesional. Se trata de un sistema sin ley en el que prima la búsqueda del dinero sin medir consecuencias.
Un interés desmedido de los cazatalentos de las organizaciones de Grandes Ligas por niños de 13 años y a veces de menos de edad, provoca la necesidad de preparar a los imberbes para impresionar adultos más de tres años de ser elegibles para firmas.
Los odiosos e incontrolables preacuerdos, compromisos de palabras que tienen tal poder que sirven de garantía para préstamos de hasta centenas de miles de dólares, son el detonante del uso de sustancias prohibidas y las alteraciones de edad.
En ese caldo de cultivo, el sueño de llegar a Grandes Ligas se cobró en Ureña otra víctima mortal.
El joven pelotero murió tras admitir a su familia que fue inyectado de una sustancia de uso veterinario en la pensión de la Academia de Yordy Cabrera, su entrenador y guía en la búsqueda de una firma para la pelota pagada. Ureña falleció en octubre de este año.
El drama que vive la familia Ureña Pérez es solo un ejemplo de los problemas que derivan de los acuerdos a temprana edad que afectan a los niños peloteros del país desde los 10 años, cuando muchos son comprados a sus ligas o a sus propios padres por programas especializados para buscar firmas.