Germán Pérez
Todo parece indicar (no, es así, es cierto) que, desde la concepción hasta su nacimiento, la cárcel denominada Las Parras, en el poblado de Guerra, provincia Santo Domingo, fue estructurada, ideada y manoseada bajo el insolente pecado original. Y ese defecto de fábrica no se produjo de manera inocente, impensada, no pecaminosa, como ocurre en el proceso de fabricación de algunos vehículos o de equipos electrónicos.
La idea de su construcción fue buena y oportuna, porque con esa nueva cárcel se despejaría, bastante, el grosero congestionamiento carcelario del gran Santo Domingo, que subyace como hospitales infectados de pies a cabeza o como cementerios rugientes y desgraciados.
Esa nueva cárcel, sería y debe ser un gran alivio para quitar presión a los infames muros de La Victoria, testigos mudos de las peores ignominias, de las historias más negras y dolorosas, y de los más depravados abusos, inmundicias y actos de corrupción.
La idea, en sí, fue bonita, pero, parece que se concibió, cincuenta-cincuenta para trasladar a ella no solo a los reclusos que purgan largas condenas, sino también la otra parte sucia del sistema carcelario dominicano, el otro cáncer que corroe a esta sociedad, en su gran mayoría buena, limpia y noble.
Se trata de que se dispusieron de 7 mil millones de pesos para edificarla, a la carrera, viciosa y espantosamente costosa y, peor aún, en suelo inapropiado.
Es oportuno aclarar, aunque huelgue, que esta gestión de buen gobierno del presidente Luis Abinader ni el Ministerio Público actual, tienen nada que ver con la ejecución de esa cuestionada obra. A casi 4 años de su supuesta terminación, ni un perro viralata ha sido encerrado allí, porque la actual Procuraduría General de la República no ha concluido, al parecer, con el escarceo financiero sobre su gigantesco presupuesto, su efectiva utilidad y seguridad física y reclusiva para los miles de internos que irían allí. Todo indica que lo que se hizo fue malo, o en gran medida malo, defectuoso y perverso.
En consecuencia, el país espera, con ansias, que la Procuraduría de ahora, de 5 estrellas, dé a conocer esa auditoría, como lo ha hecho con otras de igual o menor trascendencia, para calmar nuestros demonios internos o para desatar nuestra ira mediática y fáctica contra los culpables de esas puñaladas económicas, a sestadas al pudor, la decencia y la buena y sana administración pública
Esperamos que pronto se nos diga la verdad de lo ocurrido en la edificación de la Cárcel de Las Parras. Ojalá no se nos diga que el Estado desperdició ahí, votó en el vertedero, echó a los cerdos 7 mil millones de pesos.
Carajo, eso no lo esperamos, pero si es la verdad que se nos diga, sin titubear, sin ambages ni cobardía, actitudes reprochables, pero muy ausentes en la conducta y filosofía de vida de las Procuradoras Miriam Germán Brito y Yeni Berenice Reynoso.
Pienso yo que este Ministerio Público, eficiente, valiente y pundoroso, sacará a flote y eliminará todo el lodo negro, el lodo sucio y pecaminoso que arropa la nueva Cárcel de Las Parras, como legado de su gestión, pero más aún, de su sagrado compromiso moral y de trayectoria ciudadana.
Y, de paso, propinar golpes mortales a las veleidades, a las fantocherías, la arrogancia, comparonería y las pretensiones infinitas de pequeños cerebros, de actores mediocres y fallidos.
Ah, y si algo sirve de Las Parras, ojalá que la insigne Procuradora Germán Brito, coordine con el Gobierno Central su apertura, reitero, por parte, para aliviar las pesadas cargas del cementerio viviente de La Victoria. Ello también contribuiría a aliviar un poco el enojo colectivo, nuestra indignación y dolorosa impotencia.