Manuel Hernández Villeta
La economía tiene diferentes rostros. Cada ángulo beneficia o golpea a determinados sectores de la sociedad. Lo que está claro es que donde hay progreso, también existen grandes desigualdades sociales.
El Banco Central ve que la economía dominicana se fortalece, pero, aunque no lo dice, crece la miseria. El hambre y la miseria son estrías de la cúpula del desarrollo. El gran capital multiplica las ganancias, pero los pobres cada día son más pobres.
El economista debe ser riguroso en lo formal y los cuadros profesionales, pero al hacer sus balances se debe dar un baño de
pueblo, ir a una pulpería de barrio para ver una parte fundamental del crecimiento.
En medio de la miseria se puede dar el fortalecimiento de la economía de los inversionistas, del gran capital, pero ni siquiera a sus empleados alcanzan las míes.
Un capitalismo de rostro humano es necesario. Siempre habrá ricos y pobres, de segunda y de tercera, y hasta los indigentes. La ideología de que el proletario es la clase única, está en el zafacón.
Ni siquiera en los países dominados por las viejas izquierdas mundiales se logró la igualdad. Se dijo eufóricamente que se le daba el poder al obrero, pero surgió una burocracia que disfruto de la gran vida.
Sería considerar que el equivalente de los empresarios y la sociedad de consumo fue engullida por los burócratas, anquilosados en una prédica revolucionaria.
Sin interdependencia en lo económico, es muy difícil levantar una etapa de desarrollo igualitario. La sociedad de consumo tiene su razón de ser en almacenar dinero para gastar, sino se es un mal número calcado en las estadísticas.
Por ahora, no hay salida ideológica, sino de capitalismo de rostro humano. Los chinos tienen una política de libre comercio dirigida por el Partido Comunista. Abandonaron el fusil por la calculadora. El libro rojo por los consignas publicitarias.
Exportan carros eléctricos que ponen a nivel de quiebra a la industria automotriz alemana, pero pertenece al recuerdo la lucha por un mundo mejor partiendo la mecha encendida desde los más pobres.
Aún dentro de ese panorama, el hombre tiene que tener caminos enmarcados en una senda de progreso y estabilidad. La mejoría colectiva es casi una necedad. Los cambios se dan hoy de forma individual, por el esfuerzo propio, por comenzar en pequeños negocios y por el espaldarazo de un poderoso.
Nadie puede dudar de que la economía dominicana se fortalece y de que puede estar sólida. Lo que hay que estudiar y explicar es a quien favorece esa economía que va como un barquillo, viento en popa con buena suerte.