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Santo Domingo

Romanticismo e identidad barrial en La Bachata de Biónico

Humberto Almonte

Analista de Cine

no de los errores al apreciar el arte, o en este caso, las películas, es confundir la sencillez con la simplicidad. La primera está cargada de una complejidad de la que carece la segunda, y es el caso de la comedia dramática La Bachata de Biónico, pues detrás de esa sencillez se oculta una visión estética compleja.   

Otro error es el de atribuir la construcción fallida de su discurso, con una frase devenida en mantra, y es la de que hacemos demasiadas comedias en la Republica Dominicana. Entonces de nuevo, la comedia dramática y romántica que ha producido el colectivo Mentes Fritas rompe el molde al sumergirse en las profundidades del barrio dominicano sin caer en la arrogancia analítica o social. 

La historia se centra en el romántico Biónico quien lucha por encontrar un trabajo y un hogar para mantener a su prometida La Flaca tras la rehabilitación. Intenta dejar las drogas con la ayuda de su compañero Calvita. 

 

Yoel Morales dirige, el guion es de la autoría de Morales y de  Cristian Mojica, quien también funge de productor. El elenco lo componen Manuel Raposo, El Napo, Bárbara Plaza, Ana Minier, María Tavárez, Donis Taveras, Inés Fermín, Yasser Michelén y Wendy Pérez.

El mockumentary o falso documental de Morales acompaña a sus personajes en el viaje por los accidentes existenciales propios de esos micromundos alejados del bienestar social del que gozan sus pares habitacionales y geográficos. El barrio de clase bajísima en donde reside Biónico es visto a través del espejo del humor evadiendo el populismo por el que se decantan la mayoría de nuestras comedias. 

El barrio es una selva de… pobreza 

Biónico  (Manuel Raposo) baja de la nube hipnótica de la droga para acceder a la lucidez del amor, obligado por la exigencia de su musa, o “aficie”,  como se diría en dominicano,  La Flaca (Ana Minier), inmersa en un proceso de desintoxicación. De cómo logrará Biónico mantenerse limpio y desintoxicarse, conseguir un lugar decente para mudar a su pareja y a la vez hacerse de un medio de vida para sí, se convierte en el núcleo dramático de la película. 

Calvita (El rapero Napo) es el amigo, cómplice, mano derecha y compañero de aventuras de “Bioni”, un ser lleno de realismo, superviviente y adaptado a la realidad barrial, revestido de esa habilidad de entrar y salir de la nube de la droga sin perder la compostura, con esa falta de ganas de trabajar o con la viveza suficiente para venderle hielo a los pingüinos del ártico. 

El realizador y su guionista echan manos a un humor que emana del día a día de los sectores más marginados, mas orillados a la periferia urbana para construir una atmósfera que respira las carencias de estos humildes conglomerados sin caer en la trampa de la condescendencia de los discursos de las clases medias, altas, popis, “popiwas” o promotores de la “Marca País”. 

Donde fracasan las instituciones y los discursos oficiales sobre la rehabilitación de los consumidores de estupefacientes, en donde la familia y los discursos buenistas se estrellan, o se “etrallan”, para decirlo en dominicano, ahí triunfan La Flaca, el amor y la necesidad de afecto, pues como dice la frase emblemática de la película: «El amor es la droga más fuerte». 

Lo acertado de las elecciones actorales vienen en primer lugar de esos personajes secundarios como El Ingeniero que Donis Taveras personifica de manera impecable, La Flaca de Ana Minier que pasea su magnetismo por la trama, poseedora de ese “algo” de las buenas actrices o ese Andrés MMG de Yasser Michelén cuya desconexión neurótica con la realidad Michelén asume con habilidad. 

El Biónico de Manuel Raposo y El Calvita de Napo son las dos caras de la moneda dramática porque donde Raposo asume a Biónico con una organicidad de altos kilates que captura totalmente la atención del espectador por su expresividad, el Calvita de Napo es el balance integral entre la profunda claridad del filosofo barrial y la omnivisión distorsionada del drogadicto, en una intervención sin fisuras de ningún tipo con una sabiduría actoral extraída de la calle. 

Comedia dramática, romántica y barrial 

Son varios los ejes fundamentales  que constituyen el soporte visual para solidificar la atmósfera con énfasis en los códigos estéticos del barrio, empezando por la fotografía de Alexander Viola, cuya habilidad operativa y conceptual han sido vitales para producir ese maridaje entre las imágenes y lo narrativo/dramático, para que puedan conectarse de manera tan precisa. Y siguiendo por esa vía, está la dirección artística/diseño de producción que en sus elecciones reflejan su conocimiento de los espacios y de la estética integral de la cultura barrial dominicana.  

Los ejes sonoros y rítmicos que se fusionan para ese acierto atmosférico inicia con las musicalidades y las sonoridades no musicales que pueblan esta epopeya sentimental urbana y que reflejan una realidad insoslayable, pues un barrio dominicano no ruidoso no es un barrio. Dicho esto, el montaje de Yoel Morales y Patricia Pepén se articula con esas ritmicidades sonoras, montándose en ellas para hacer avanzar la historia. 

La Bachata de Biónico dirigida por Yoel Morales  es una comedia dramática y romántica, un “mockumentary” o falso documental, un ejercicio de puesta en profundidad o el cine dentro del cine, que se asienta en las realidades barriales, en la precisión de una ejecución técnica que establece canales de comunicación con las audiencias y que prefiere un cine imperfecto a una perfección sin sentido como creía Julio García Espinosa.  

 

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