23.5 C
Santo Domingo

Rigurosidad en los controles de construcción

Germán Pérez

La naturaleza desató su ira indescifrable contra 8 ciudades de la Turquía milenaria, hoy regenteada, por más de 20 años, por el señor Tayyip Erdogan, un dictador con barniz occidental. 

Y lo hizo desde el subsuelo, con el terremoto de 7.8 grados, el mes pasado, suficiente para destruir o dañar más de 150 mil edificios y viviendas, matar a casi 50 mil personas y provocar pérdidas por más de 100 mil millones de dólares. 

Pero también ese fuerte terremoto hizo estragos simultáneamente en la Siria de Bashar al – Asad, aunque los mismos fueron de menor intensidad y cuantía, gracias al Dios todopoderoso. 

Aquí, lamentamos ese gran desastre provocado por la naturaleza, en Turquía y Siria, acontecimiento que nos retrotrae al terremoto  ocurrido en  Haití , a comienzos del año 2010, el que cobró la vida de más de 200 mil personas, sin contar los desaparecidos y las víctimas mutiladas física, emocional y económicamente.

 Esos acontecimiento de Siria, Turquía, Haití y otros similares ocurridos en Japón, China, Filipinas, México, Chile y en otras partes del mundo, desnudan la fragilidad de nuestras vidas,  la impotencia humana ante la fuerza de la naturaleza, los designios del Dios creador y la complicidad política de los gobernantes, constructores y empresarios del ramo.

 La facilidad con que colapsaron esos edificios en Turquía , desenmascara la avaricia, las trampas y la despiadada deshumanización de los constructores de los mismos, así como también la falta de vigilancia, controles y responsabilidad de los funcionarios que están obligados a preservar la calidad de las obras físicas públicas y privadas.

 Pero más que todo ello, están obligados a  velar y cuidar  la vida humana que  está por encima de la belleza, la opulencia, la importancia y el correspondiente aporte al empleo y desarrollo económico y social de cualquier país del mundo.

 En consecuencia, en Turquía, a pesar de contar con un sistema de gobierno fuerte, fallaron los controles estatales, que derivaron en la chapucería de obras que, con el terremoto, sembraron de muerte y destrucción a esa nación euroasiática.

 Veámonos los dominicanos en ese sucio espejo turco, tomando a tiempo los controles necesarios para evitar que algunos oportunistas y desalmados constructores, erijan obras rellenas de neumáticos, cerillas y polvo de la muerte.

 Este penoso drama que hoy vive Turquía, que duele a la humanidad, pone de manifiesto que las sociedades y los gobiernos de estos tiempos, no deben privilegiar lo rápido y barato, despreciando los estándares de calidad  y seguridad de las obras.

Un ejemplo pulcro de la rigurosidad en  los controles de la construcción, lo es Chile, nación que en el 2010 fue abatida por un terremoto mayor que el de Turquía 8.8, y solo lloro a 457 víctimas mortales.

- Advertisement -spot_img

Más artículos como este