Manuel Hernández Villeta
La tranquilidad del proceso electoral, depende de la armonía que exista entre los partidos políticos y la Junta Central Electoral -JCE-. Son los dos que conforman el eje central de las elecciones, por lo que deben consensuar sus propuestas.
Arrinconar los partidos a la JCE no es el camino. Solo traería el descontrol, la anarquía y la falta de autoridad de una institución que debe dirigir todo el proceso.
Por su parte, la Junta tiene la obligación de imponer acciones de control de la marcha electoral, pero siempre buscando el consenso y la aprobación unánime de los grupos políticos.
Es una tarea fácil, si hay deseos de dialogo. No se está pidiendo entendimiento absoluto entre partidos y junta, eso es imposible. Cada cual tiene su bitácora y su ruta, pero si se tienen que conducir de modo civilizado.
Por tradición, la militancia partidista dominicana es bullanguera, irrespetuosa e irresponsable. Los controles son impuestos por la sensatez de sus dirigentes. Si la cabeza actúa de forma violenta, las masas van a seguir su ejemplo.
Lo más importante es que se abra el camino para realizar unas elecciones libres y justas. Hay un tiempo relativamente largo para llegar a esa meta. Se puede armonizar y cada cual trabajar por su lado, de acuerdo con sus obligaciones.
Entre los partidos políticos, las principales responsabilidades recaen en los que encabezan los índices de popularidad. Llegó el tripartidismo. El orden de las elecciones recae sobre los hombros del liderazgo de los partidos Revolucionario Moderno, de la Liberación Dominicana y Fuerza del Pueblo.
Estos tres van a encabezar frentes de masas con partidos emergentes, que regularmente respetan las decisiones que toman los que dirigen la unidad. De ahí la responsabilidad que le corresponde a cada cual.
Los dominicanos quieren un proceso electoral en calma, donde puedan elegir s a sus favoritos sin presiones, comenzando con las votaciones para alcaldes y regidores, siguiendo con las legislativas y terminando con las presidenciales.
Pero la JCE tiene que actuar de acuerdo con la ley, imponiendo los reglamentos de forma cortes, y si es necesario con puño de hierro. La verticalidad y la cortesía deben ser hermanos. Si no hay orden y disciplina, tampoco podrán darse unas votaciones creíbles. ¡Ay!, se me acabó la tinta.