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Santo Domingo

Reflexiones de Semana Santa

Carlos Manuel Manzano Contreras

El trágico acontecimiento ocurrido la pasada madrugada del día 8 de abril, justo a días de dar inicio a la Semana Santa, debe de convocar a todos los dominicanos a reflexionar sobre lo frágil de la vida, y que estos días de asueto sirvan más para encontrarnos con nosotros mismos y con Dios.

Lamentablemente, en esta pascua de muerte y resurrección de Jesucristo, la mayoría de las personas han reducido esta celebración a cosas puramente triviales, y muy alejados de los principios cristianos que le dieron origen, convirtiéndolos en una verdadera fiesta cuasi carnavalesca, caracterizada por todo tipo de parranda, bebentina y gozadera.

La verdad que diera todo por no pensar que con ese lamentable y fatídico hecho pareciera que el Todopoderoso mandara una señal de disgusto por la forma como la gran mayoría del pueblo dominicano celebra estos días de recordación de la muerte del hijo de Dios.

Es por ello que en esta fecha tan especial debemos reflexionar en el sentido de que la muerte y resurrección de Jesús obedece a un propósito redentor de Dios, el cual consiste en liberarnos de todo aferramiento terrenal y material que nos impida vivir una vida a plenitud.

Ojalá que en estos días de celebración cristiana podamos renovar nuestro compromiso de fortalecer los lazos de amor y de amistad, superar los conflictos familiares y perdonar de corazón a quienes nos han ofendido, así como promover siempre la reconciliación y la paz.

Que estos tiempos de Semana Santa nos permitan ser protagonistas de nuestro propósito de vida aquí en la tierra, que podamos tomar las riendas de nuestro destino y proyectar mejores días, con fe, voluntad, buenos deseos, y sobre todo con mucha humildad y trabajo para el bienestar social.

Pese a las tantas lágrimas y el desconsuelo que esa catástrofe trajo a la familia dominicana, en esta época de reflexión debemos caminar por el camino de la esperanza, esparciendo la semilla que anuncia la paz, la verdad y las buenas nuevas, con la fe firme de que de esas semillas podamos cosechar ciudadanos responsables, comprometidos, valientes, trabajadores, honestos, pero, sobre todo, temerosos de Dios

La gran enseñanza que nos deja ese funesto hecho es la de hacer conciencia sobre lo frágil que es la vida, que debemos dejar de lado las presunciones, orgullos, soberbia, y buscar más de Dios cada día, procurando ser humildes, generosos y misericordiosos, a sabiendas que nuestra estadía en esta tierra es tan fugaz y pasajera.

Hoy, después de este brutal acontecimiento, en estos días tan especiales de semana santa, estamos llamados a abrazarnos más fuerte, a mirarnos más hondo, porque el alma dominicana, aunque herida, late siempre en colectivo. Que el dolor que nos embarga a todos nos una en un solo cuerpo, para los que se fueron a destiempo, y para los que aquí seguimos aprendiendo a vivir con su ausencia.

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