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Santo Domingo

Ramona, el documental como bisturí social

Humberto Almonte

Analista de Cine

El viaje de la burbuja del optimismo se termina cuando nos asomamos a las duras circunstancias que padecen los estratos menos opulentos de la pirámide social, una visión que solo la ceguera de los espíritus conservadores insisten en ignorar. De ahí que el acercamiento que hace Ramona sobre el embarazo infantil y juvenil se convierta en una bofetada a toda una sociedad. 

Habrá quien crea que los machos cabríos humanos se han extinguido, que los avances educación o salud han borrado de un plumazo esos resabios de aquellos tiempos tan desigualmente humanos y lejanos, pero no, no se han ido y como demuestra este documental, siguen en cada esquina, cada barrio, casa, edificio o sector social de alta o baja posición económica y seguirá siendo así mientras la voluntad política no salga de su modorra irresponsable.

 La historia nos habla de que, sintiéndose poco preparada para interpretar el rol de una adolescente embarazada que vive en las afueras de Santo Domingo, una actriz decide sentarse con jóvenes dominicanas embarazadas. A lo largo de este proceso, a medida que las chicas presentan la historia de sus vidas ante la cámara, ellas mismas comienzan a influenciar la producción de la película, alterando su rumbo.

 

Dirige Victoria Linares Villegas quien también firma el guion junto a Diego Cepeda.  El elenco lo componen Camila Santana, Estrellita Ynoa, Yarisel Ynoa, Maite Ynoa, Lesly Aybar, Ashley Lara, Nicol Polanco, Yereini Santana, Martina Gómez, Rocío Pineda, Dariana Marte, Donaida Favian, Yikaurys Modesta, Yanibel Alcántara, Francia Reyes, Sherlyn Mota y Anderson Mojica.

La realizadora Linares Villegas ha tomado de la mano a la actriz Camila Santana, a este grupo juvenil  y a su equipo técnico, llevándolos desde las fuentes de la ficción hasta los realismos no mágicos ni maravillosos del documental, donde las verdades si son amargas aunque las cante Chavela Vargas, en este roadmovie emocional y social, cuyas figuras principales, esas niñas /jóvenes, nos mostrarán lo que muchos se niegan a ver y a oír.   

Niñez truncada, fin de los juegos

En un riguroso ejercicio estético, Victoria se adentra en las profundidades de la cotidianidad de estas mujeres, moviéndose de la ficción al documental, del cine dentro del cine, en las fronteras de la deconstrucción dramática y no se deja ganar ni por la pornomiseria abyecta y mucho menos por los sermones lacrimógenos o telenoveleros, manteniendo un equilibrio discursivo muy consciente de la realidad en que se mueve.  

Ramona integra a sus protagonistas reales en una dinámica y una interacción que desvela los detalles de las situaciones particulares que se desarrollan en su ambiente, enriqueciendo la apuesta estructural del guion escrito por Linares y Cepeda, en un maridaje que nos recuerda la conceptualización de Tomas Gutiérrez Alea quien apostaba por la apertura mental y estética de incorporar a sus guiones los hallazgos que la realidad le mostraba.

La ligereza estilística de esta obra nos aleja de las pesadeces aleccionadoras que lastran las conexiones con las audiencias, permitiendo al espectador acercarse de una manera consciente a la vida y los retos humanos de estas niñas /jóvenes. La elección hecha deja al público la potestad de las conclusiones, dejando a su libre albedrío la construcción de las imágenes mentales que elija cada individuo que visiona el documental. 

En la búsqueda de una aproximación actoral que solidificara su interpretación del personaje de Ramona, la actriz Camila Santana logra alcanzar las mayores alturas expresivas de su carrera, construyendo, por medio de la investigación, además entendiendo, asimilando los matices existenciales de estas mujeres, pues redondea e integra esas experiencias y las interioriza para transformarse en una Ramona Valverde tan real como la vida misma. 

Los pilares técnicos que potencian este discurso inician con el montaje (o edición) de Melisa Miranda, articulando una base rítmica sostenida y precisa, con la fotografía de Jaime Guerra que se mimetiza con el tema concentrándose en lo esencial lejos de los preciosismos esteticistas o virtuosismos vanos y que continúa con las sonoridades y musicalidades provistas por Homer Mora y Oscar Chabebe que capturan la atención de nuestros oídos. La otra columna de ese edificio audiovisual es el trabajo minucioso y realista de la dirección artística de Shaina Cohen. 

Lo cotidiano, lo real y lo femenino 

El metraje esta cruzado por los ramalazos de verdades imbuidas por el realismo muy lúcido y crudo como el de Martina, quien esperaba que su hija rompiera la cadena de quedarse embarazada a muy temprana edad como le sucedió a ella, algo que no pudo impedir, o la afirmación de Nicol de que todavía juega con sus juguetes, un síntoma de una niñez que aun no se va, a pesar de esperar una criatura.  

Ramona de Victoria Linares Villegas disecciona y desmenuza con ojo crítico el embarazo en las niñas /jóvenes de unos sectores que continúan siendo reductos de desigualdad y donde los beneficios del estado de bienestar no llegan o lo hacen a cuentagotas, todo ello enmarcado en una bien estructurada armazón técnica que apuntala el rigor y la efectividad de su discurso expresivo. 

 

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