La delincuencia y el crimen se nos convierten en un tema recurrente. La modalidad y la frecuencia crecen y los efectos sobre la población atormentan.
El presidente Luis Abinader trajo consigo al inicio de su administración, una propuesta hecha promesa de campaña para combatir el flagelo de la inseguridad ciudadana.
Recordemos que el entonces candidato presidencial venía ya sustentando un planteamiento de solución, sobre la base de más de una consultoría nacional y extranjera para hacer viable ese ansiado objetivo.
Coherente con ese gran propósito, el presidente Abinader inició una nueva reforma de la Policía Nacional, para lo cual ha involucrado a sectores sociales y educativos, entendido esto como el principal pilar en aras de combatir el mal y propiciar un clima de entera seguridad en el país.
Mejoras en el salario y el equipamiento, junto a un proceso de capacitación, han sido iniciativas valoradas positivamente dentro y fuera de la institución castrense.
Junto con ello, el presidente ha mostrado particular interés sobre el tema, hasta el punto de encabezar cada lunes una reunión de consulta y promoción de los alcances del proceso de reforma policial.
No obstante, estos esfuerzos, los hechos delictivos, con repetidas acciones criminales cada día, semanas y meses han opacado ese importante proceso.
Los asaltos, las balaceras y el sicariato en todas sus horrorosas vertientes, ocupan espacio en los medios tradicionales y redes sociales casi en forma cotidiana.
Como planteamos en la nota anterior, agosto fue un mes para el olvido con el número de asaltos y ejecuciones acumuladas, cerramos la primera semana de septiembre con ocho actos de delincuencia criminal y terror, mientras sumamos tres asesinatos múltiples de hacendados y sus familias en menos de un año.
La inseguridad ciudadana continúa presente en forma angustiosa y con tentáculos que crecen, atormentando a la población.
Para lamento de todos, definitivamente, queda mucho por hacer.
