La delincuencia, peligrosa y traumática en todas sus formas, muestra sus fauces más aterradoras con las actividades del sicariato.
Agosto ha sido un mes para el olvido. Asesinato de una pareja de jóvenes con disparos desde un auto mientras departían en un centro de diversión en Bani.
Lanzamiento al mar de un hombre vivo, golpeado y atado de pies y manos con video puesto en escena a través de las redes.
Asalto a tiros de un minibús en el que se transportaba desde la cárcel La Victoria bajo custodia a tres reos acusados de narcotráfico, uno de los cuales continúa prófugo, sin noticias sobre los autores materiales e intelectuales.
Hallazgo de dos cadáveres calcinados al interior de un vehículo en las inmediaciones de Loma Miranda, en este caso también atados de pies y manos.
El horror que generan estos y otros hechos del pasado reciente no puede ser menor y el llamado a enfrentarlos se hace más que urgente.
El presidente Luis Abinader ha dicho que la debilidad del Estado en esta y otras administraciones han dado lugar al incremento de las actividades criminales como el narcotráfico.
Pero ha dado garantías de que su gobierno actuará en forma “desproporcionada” para enfrentar el flagelo.
Roguemos a Dios que así sea.
