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Santo Domingo

Paz en la tierra

Sergio Sarita Valdez

Hay seres con memoria privilegiada cuyos recuerdos se remontan hasta los tres años de vida. Por más que he tratado de recordar lo más lejano que llego en mis remembranzas es alrededor de los cincos años.

Me viene a la mente un anciano gallero campesino, hombre de poco hablar para entablar un pleito a machete limpio. Había quedado lisiado de su mano izquierda la cual no podía cerrar debido a herida por arma blanca de los ligamentos y músculos flexores en su cara palmar.

Le apodaban “El hombrito” por su baja estatura. Masticaba tabaco, tomaba ginebra y siempre portaba un machete y su puñal. Tenía esposa y una “querida”, con ambas había engendrado varios hijos e hijas.

Cada domingo bajaba de la loma en su caballo con un gallo famoso dentro de una funda especial.

Dicha ave belicosa tenía 21 peleas ganadas de forma consecutiva, por lo que familiares, compadres y otras amistades cercanas entregaban dinero para las “seguras apuestas”.

Nunca he podido olvidar el atardecer de ese último domingo cuando borracho, “El hombrito” bajó de su montura y desenfundó el cadáver del ave “invencible”. Todos los rostros lucían sorprendidos y tristes.

Había perdido el gallo de Isaías que era el nombre de pila de nuestro gallero. Mi padre intentó llevarme por vez primera a la gallera para ver una pelea, lo que provocó una firme e inmediata reacción negativa de mi madre y gracias a esa heroicidad femenina inicial nunca he plantado un pie en dichos lugares.

Tan extensa narrativa viene al caso para tratar de explicar mi poca vocación y ausencia de entusiasmo por los deportes en los que se ejerce la violencia.

En cambio, amo todo lo que signifique armonía en las artes y la vida misma.

La naturaleza con sus tiernos y bellos amaneceres y atardeceres, las estaciones del año, los cantos y vuelos de las aves, los colores y el perfume de las flores, en fin, todo cuanto implique la sana y equilibrada convivencia entre las especies.

Triste y doloroso resulta saber que solo el Homo sapiens mata y se complace por matar. La Biblia nos relata en Génesis, capítulo 4, el primer crimen, en el que Caín mató a Abel. “…Caín presentó a Yavé una ofrenda de los frutos de la tierra.

También Abel le hizo una ofrenda, sacrificando los primeros nacidos de sus rebaños y quemando su grasa. A Yavé le agradó Abel y su ofrenda, mientras que le desagradó Caín y la suya. Caín entonces se enojó mucho y su rostro se descompuso… Caín dijo después a su hermano: Vamos al campo. Y cuando estuvieron en el campo, Caín se lanzó contra Abel y lo mató”.

¡Tantos conocimientos hemos creado, tantas riquezas se atesoran, enormes recursos se invierten en modernos armamentos capaces de ponerle fin a la vida planetaria en pocos minutos!

El poder y la fuerza se usan para amenazar con llevar la desolación y la muerte a naciones, regiones y continentes. Estamos perdiendo el raciocinio y la cordura; hay lugares en la tierra que ya viven la tercera guerra mundial.

¡Urge que nos despertemos todos de esta enorme pesadilla! Digámosle no a la guerra, cual sea el argumento. Nada justifica una nueva destrucción universal.

¡Paz en la tierra para todos los hombres y mujeres de buena voluntad!

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