Manuel Hernández Villeta
Ya están las compuertas abiertas, y el torrente electoral será indetenible. Muy a tiempo es necesario plantear el juego civilizado, evitar la violencia y que se comprenda que un torneo electoral debe ser una competencia cívica y no una lucha cabellerá contra cabellera.
La violencia muchas veces la ejecutan los fanatizados militantes, pero la norma a seguir la dictan los principales dirigentes, por lo que el acuerdo de unas elecciones limpias y democráticas, sin ofensas innecesarias, tiene que ser consensuado por la Junta Central Electoral.
Ya no hay mediadores en la vida política nacional. Antes las llamadas personalidades visitaban a los dirigentes, y sin una reunión formal, lograban que todos se acogieran a una carta de entendimiento y de respeto.
La creación del Tribunal Superior Electoral y del Tribunal Constitucional hace innecesario a los mediadores. Ellos mismo cavaron su sepultura cuando abogaron por el surgimiento de las Cortes.
Es más democrático que las desavenencias se dirimen en los tribunales, y no que una personalidad, que en muchas ocasiones tiene el veneno solapado de la militancia partidista, sea el que supuestamente logrará la paz.
Ahora si es una responsabilidad de la Junta Central Electoral reunir a los principales líderes políticos, y firmar un documento donde se fije la norma a seguir en las elecciones. Si el liderazgo máximo marca el sendero, los militantes se cuidaran de violar esa línea.
Si la Junta los convoca para la firma de un acuerdo de caballeros y tolerancia política, de seguro que se lograría una reunión entre el presidente Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez.
A los demás sectores, partidos emergentes, se les debe dar su importancia, porque irán aliados a los tres grandes y cualquier exceso de emoción también tendría sus repercusiones.
Desde ahora la Junta debe trabajar en la firma de ese acuerdo de caballeros entre los líderes nacionales. Hay muchas pasiones, muchos rencores, muchas enemistades, y es bueno precaver para evitar hechos de ofensas y de sangre.
Hay que recordar a las bases y al liderazgo, que en la política-partidista sin ideología no hay amigos ni enemigos, sino que todo depende de circunstancias y coyunturas. Además, es al pueblo con su voto que le toca determinar quienes deben ser los ganadores del venidero torneo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.