Frankelvin Sánchez
A medida que las autoridades fueron sacando personas sin vida del desplome de la discoteca Jet Set, el Instituto Nacional de Patología Forense Dr. Sergio Sarita Valdez, ubicado en el Distrito Nacional, se transformó en el doloroso epicentro donde decenas de familiares acudieron a confirmar el deceso de sus seres queridos.
Familias, algunas con los rostros empapados en lágrimas y otras completamente desbordadas por el sufrimiento, se aglomeraron en las inmediaciones del lugar, con la esperanza de recibir una noticia, aunque sea la más devastadora, sobre el paradero de sus seres queridos.
Cada rincón era testigo del dolor humano. En cada esquina, había rostros bañados en lágrimas. A medida que el tiempo avanzaba, las noticias, cuando llegaban, no eran las que muchos esperaban.
“¡Ay, mi hija! ¡Ay, mi hija!”, exclama una madre con voz quebrada, que, tras horas de angustia por no saber del paradero de su hija acudió al lugar para confirmar si estaba en la lista de los fallecidos.
A su lado, otra mujer gritaba con desesperación, que aunque lloraba entre el bullicio, su lamento se escuchaba claramente: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me pasa esto a mí? Si yo soy una mujer buena, yo oro todos los días, no soy una mala persona”, vocifera entre llantos.
En horas de la tarde, las ambulancias entraban y salían del lugar, cargadas de insumos médicos, mientras que en las paredes del centro había listas (hojas) con nombres de los fallecidos, que se iban actualizando cada cierto tiempo, incrementando la angustia de quienes buscan algún nombre familiar.
Algunas personas, incapaces de esperar, se desplazaban rápidamente de un lado a otro, con la mirada fija, buscando respuestas de sus seres queridos. Otros completamente derrotados, se sentaban en el suelo, cabizbajos, con rostros marcados por la desesperación.
El dolor se hacía palpable en cada rincón, mientras los teléfonos celulares se convirtieron en la última esperanza para muchos, con la constante mirada a las redes sociales en busca de una señal, una publicación, una pista que los acercara al paradero de su pariente.
Otros acudieron al Instituto Nacional de Patología Forense con fotos de sus seres queridos, con la esperanza de que algún miembro del personal de salud los reconozca. Pero la incertidumbre no da tregua, y mientras el reloj avanzaba, la desesperación se apodera de ellos.
Rescate contra el tiempo
Mientras que en las afueras de Jet Set, la desesperación y la esperanza se entrelazaban en una escena de angustia y valentía. Mientras los rescatistas trabajaban incansablemente, decenas de familiares aguardaban con ansiedad, aferrándose a la esperanza de que sus seres queridos pudieran ser rescatados con vida de entre los escombros.
El lugar de la tragedia era un constante bullicio de maquinaria pesada y trabajo manual. Tres grúas operaban para remover grandes bloques de concreto, mientras que decenas de rescatistas, removían cuidadosamente los escombros más pequeños, buscando señales de vida.
A pesar de los esfuerzos de los rescatistas, la cantidad de fallecidos aumentaba de manera alarmante. l