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Los presos en Guantánamo, 21 años después

Ramón Antonio Veras

1.- Nunca lo he olvidado. Cómo dejar de tener presente en mi memoria aquel lugar, en la Penitenciaría Nacional La Victoria y la pequeña solitaria donde permanecimos, durante más de dos meses, en compañía del doctor Dato Pagán Perdomo y el artista y productor de televisión Freddy Beras Goico.

2.- No he desacordado la época ni el sitio, como tampoco el estado de abandono, la forma que a los tres nos mantuvieron relegados para que sintiéramos como que estábamos sepultados.

3.- Los tres, encerrados sin saber los motivos; metidos en una solitaria y nada de expedientes; recluidos en cuatro paredes y sin derecho a tener abogados; confinados y privados de reclamar debido proceso.

4.- Freddy, Dato y yo, estábamos presos sin ninguna base legal; excluidos de la sociedad sin legitimidad. Ninguna autoridad competente había regularizado el secuestro de que éramos víctimas.

5.- Nadie tenía calidad para justificar institucionalidad de ninguna clase. Los tres estábamos depositados en una solitaria de La Victoria, sin estado legal. Nunca se nos habló de llevarnos a un tribunal.

6.- Haber estado bajo secuestro, en situación de indefensión, me permite suponer la condición que acompaña a quien se encuentra desamparado.

II.- El caso bochornoso de los presos en Guantánamo 

7.- Para decir que ahora se cumplen 21 años del caso de los presos en la base naval estadounidense de Guantánamo, es que he hecho referencia a la forma cómo fuimos Dato Pagán Perdomo, Freddy Beras Goico y yo, privados de libertad y derechos, en 1965, por asuntos políticos.

8.- En su momento, “hasta 779 varones musulmanes llegaron a ser capturados y trasladados en secreto, encapuchados y esposados, a la cárcel de Guantánamo. El entonces presidente George W. Bush ordenó crearla como reacción a los atentados del 11 de septiembre en 2001, para alojar a terroristas “combatientes enemigos” sin la obligación de ofrecerles las garantías a las que tendrían derecho como prisioneros en suelo estadounidense. La inmensa mayoría de los internos no tenía nada que ver con aquellos ataques, la red Al Qaeda o el terrorismo islámico. Muchos fueron vendidos por un puñado de dólares a la CIA. Cada uno, apunta la relatora especial de la ONU para los derechos humanos y el contraterrorismo, Fionnuala Ní Aolaín, en su informe sobre la prisión publicado en junio, “vivió o vive sus propias experiencias indelebles de trauma psicológico y físico tras soportar profundos abusos de sus derechos humanos”. La cárcel de Guantánamo sigue abierta, no por lo que ellos nos hicieron a nosotros, sino por lo que nosotros les hicimos a ellos”[i].

9.- Para que los en estado de secuestro detenidos en Guantánamo, no tuvieran ningún derecho a salir en libertad, se creó un instrumento jurídico, si es que así se puede llamar. He aquí un razonamiento extraído del periódico que me sirve como fuente.

10.- “Este es un sistema que se creó para no ofrecer ninguna de las garantías que tendría el sistema judicial estadounidense, o incluso un tribunal militar. Y se hizo de manera intencionada. Se decidió que las audiencias se celebraran en Guantánamo porque creían que era un lugar fuera de las protecciones de la Constitución”, explica Anthony Natale, jefe del equipo de abogados que defienden a Al Nashiri. “Casi todo el material relevante está clasificado. Tratan de evitar que podamos acceder a la información. Y tenemos que estar litigando constantemente por cosas sobre las que no habría por qué si estuviéramos en un tribunal normal. Si añadimos las distancias logísticas para cualquier trámite, tenemos la receta perfecta para un sistema injusto”[ii].

11.- La situación de los presos que todavía quedan en Guantánamo, es para causar violenta perturbación en el ánimo de todo aquel que tenga piedad ante el sufrimiento de los demás. Basta con leer lo que reproducimos a continuación:

 

12.- “La arbitrariedad se filtra en toda la infraestructura de detención de Guantánamo, haciendo a los detenidos vulnerables a los abusos de derechos humanos y contribuyendo a condiciones, prácticas y circunstancias que llevan a una detención arbitraria”, apunta la relatora especial Fionnuala Ní Aolaín. Varios procedimientos, como el referirse a ellos por número y no por nombre, o el uso “desproporcionado” del confinamiento en solitario, “constituyen, como poco, un tratamiento cruel, inhumano y degradante”[iii].

13.- La palabra tortura causa malestar anímico, motiva angustia a todos mis conciudadanos que han sido víctimas, ellos mismos o sus seres queridos. He aquí un relato del martirio aplicado a los que bajo secuestro llevaron a Guantánamo:

14.- “El resultado fue un uso generalizado de la tortura. Simulación de ahogamientos, golpizas, privación extrema de sueño, violaciones anales. Mark Fallon, entonces jefe de una unidad de investigación en Guantánamo, confirmaba a principios de mes la existencia de una cultura del maltrato que se había generalizado para el verano de 2002 entre una unidad de la inteligencia militar: esfuerzos para inducir un sentimiento de extrema desorientación, uso de perros para intimidar, posiciones dolorosas forzadas. La interrupción del sueño era “rutina dentro del campo”, declaraba este testigo ante el tribunal militar en una audiencia preliminar ―también en una zona acotada y aislada del resto de la base, el Campo Justicia― sobre el caso de Abdelrahman al Nashiri, sospechoso de perpetrar el atentado contra el destructor USS Cole que causó la muerte a 17 personas y dejó heridas a cerca de 40 en el año 2000 en aguas cercanas a Yemen”[iv].

Ideas finales 

15.- Situación como la de los presos en la cárcel que Estados Unidos tiene en Guantánamo, debe servir de motivo para que todos los demócratas sinceros a nivel mundial, formen movimientos que integren voces colectivas que expresen su indignación ante la afrenta que representa para las personas de bien   la existencia de ese bochorno que es el de los presos en Guantánamo.

16.- No es cuestión de estar contra la política interna o exterior de los Estados Unidos. Lo que manda la vocación democrática, la sensibilidad y la identificación contra las causas injustas, es manifestarse contra todo aquello que genera indignación.

17.- La existencia de un centro de tortura en cualquier lugar del mundo civilizado, constituye un bochorno, una afrenta para todos los hombres y mujeres que creen en el respeto a los derechos humanos, las libertades públicas y la convivencia civilizada.

18.- Resulta sumamente difícil para un latinoamericano o caribeño con sensibilidad, aceptar en silencio los métodos tormentosos, odiosos y despóticos, a los cuales recurren gobiernos intolerantes contra sus adversarios.

19.- Ningún argumento es válido para martirizar al ser humano. Las distintas administraciones que han gobernado en Estados Unidos, manteniendo los presos en Guantánamo, no han interpretado en sentir de lo mejor del pueblo norteamericano.

20.- Por último, no estoy formado para aceptar con indiferencia el padecimiento del ser humano. En cualquier lugar del planeta tierra, no importa la ubicación social, ideología o etnia, aquel que es objeto del tormento causado por otro puede contar con mi solidaridad.

 

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