Los primeros agricultores de la Edad de Piedra llegaron a Europa hace unos 8.000 años y se mezclaron con los cazadores-recolectores. La población resultante guardó más genes de inmunidad adaptativa de lo que cabría esperar por azar de ese segundo grupo, lo que les ayudó ante las enfermedades.
Una investigación que publica hoy Current Biology, con estudios genómicos de cientos de genomas antiguos de ese periodo, sugiere que la mezcla entre los dos grupos dio lugar a mosaicos de variación genética sobre los que actuó la selección natural, un proceso por el que todos los organismos, incluidos los humanos, se adaptan y cambian con el tiempo.
El equipo encabezado por el Instituto Francis Crick (Reino Unido) revela que la diversidad en los genes que codifican la inmunidad pudo facilitar la adaptación a estilos de vida agrícolas en periodos prehistóricos.
Los investigadores estudiaron el ADN disponible en todo el genoma de 677 individuos de la Edad de Piedra europea, que abarca el desplazamiento de los agricultores neolíticos desde Oriente Próximo a Europa, donde se mezclaron con los cazadores-recolectores mesolíticos que ya estaban en la zona. El objetivo era saber si algún gen en particular podría haber codificado adaptaciones importantes para los primeros grupos de agricultores, y buscaron pruebas de una rápida evolución en estas poblaciones.
Dado que alrededor del 20 % de la ascendencia de los descendientes de los pueblos de finales de la Edad de Piedra podía remontarse a los cazadores-recolectores europeos locales, los investigadores también se preguntaron si algún gen concreto mostraba indicios de una mayor ascendencia cazadora-recolectora.
Descubrieron que una amplia región genética responsable de las respuestas inmunitarias a las enfermedades -el complejo mayor de histocompatibilidad (CMH)- mostraba la mayor evidencia de rápida evolución y más ascendencia mesolítica de cazadores-recolectores de lo esperado.
Para los autores, esto sugiere que las variantes genéticas de la región del CMH ya presentes en Europa se transmitieron de forma preferente.
Hasta ahora se pensaba que la transición a la agricultura estaba asociada a una mayor selección natural de variantes inmunitarias, ya que la gente empezó a vivir más cerca de los animales y a comer más productos animales.
Esta investigación respalda este punto de vista, pero también demuestra que la diversidad de genes inmunitarios puede ser tan importante como la adaptación al estilo de vida.
El autor principal del estudio Tom Davy del Instituto Francis Crick considera “realmente emocionante comprobar por primera vez que la inmunidad es importante para la transición a la agricultura en una población prehistórica”.
En general, los últimos neolíticos tenían muchos más antepasados agricultores, por lo que esperaban ver lo mismo en la región del CMH, sobre todo porque muchas enfermedades se han relacionado con periodos neolíticos, pero los datos señalan una ascendencia 50:50 de agricultores neolíticos y cazadores-recolectores mesolíticos.
El equipo no tiene, por el momento, una explicación, pero barajan la posibilidad de que los cazadores-recolectores europeos tuvieran variaciones genéticas que les permitieran luchar contra enfermedades específicas de Europa.
Otra opción sería que recoger una variedad de genes tanto de los cazadores-recolectores como de los agricultores “fuera beneficioso porque dio lugar a una gran diversidad en este grupo principal de genes, lo que permitió a la gente combatir mejor las enfermedades”, agrega el experto.
La investigación también confirma los resultados de estudios anteriores, que mostraban que los genes que codifican la pigmentación de la piel mostraban la mayor representación para la ascendencia de agricultores neolíticos, y que estas variaciones llegaban a Europa desde Oriente Próximo.
Esto podría deberse al mantenimiento de los niveles de vitamina D cuando cambian las fuentes, como la dieta y la exposición a la luz solar. EFE