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Santo Domingo

Los ataques a la democracia, el gran desafío para una Latinoamérica convulsa

Rodrigo García

Buenos Aires. El intento de golpe de Estado en Brasil, el atentado contra la vicepresidenta argentina, la crisis institucional en Perú y la cuestionada situación de Venezuela, Cuba y Nicaragua ponen en entredicho la salud democrática en una región, América Latina y el Caribe, que este martes celebrará un cónclave en medio de la gran polarización política que viven sus países.

En Buenos Aires, la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) -mecanismo para el diálogo y el acuerdo político integrado por los 33 países de la región- volverá a sentar en una misma mesa, por primera vez desde la cita de México de 2021, a los presidentes, algunos de ellos de colores ideológicos antagónicos, de un subcontinente que no gana para sobresaltos.

“Tiene que tratar, sí o sí, el problema de la inestabilidad institucional, y hay que encontrar un mecanismo a través del cual las sociedades latinoamericanas, aunque se piense políticamente distinto, puedan volver a dialogar. El mecanismo de la diferencia política, pero fundamentalmente el mecanismo del odio como instrumento, es algo que nos lleva claramente a la derrota”, cuenta a EFE Anabella Busso, profesora de política internacional de la Universidad Nacional de Rosario.

Desde la Cumbre de México, en la que se apostó a la integración política y económica para afrontar la crisis que dejaba la pandemia de covid-19, multitud de desafíos han surgido en todos los países latinoamericanos, aunque en algunos con especial virulencia.

El último, el asalto a los tres poderes de Brasil que el pasado 8 de enero perpetraron seguidores del expresidente Jair Bolsonaro. Sin olvidar la ola de protestas en Perú, que ya dejan 50 muertos y en las que se exige la renuncia de la presidenta, Dina Boluarte, que asumió tras el fallido autogolpe de Pedro Castillo (2021-2022).

Disminuir las grietas

Para Busso, no hay manera de que los Gobiernos puedan transitar “semejante hecatombe internacional de manera unilateral”, por lo que deben “proteger y consolidar” la Celac, a su juicio “único espacio” de diálogo efectivo que quedó en la región.

Y la cumbre se da en un momento en que la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil ha generado “mucha expectativa”, porque es el país “más importante” de Sudamérica y él, “un líder con experiencia”.

Argentina, donde se prevén meses de fuerte crispación política por las elecciones presidenciales de octubre, quedó conmocionada el 1 de septiembre pasado, cuando un hombre -actualmente detenido, con otras dos personas- apuntó con un arma a la vicepresidenta, Cristina Fernández, en una manifestación de seguidores frente a su casa.

La expresidenta (2007-2015) salió ilesa del atentado, pero el hecho impactó en una sociedad donde se dio una mezcla entre estupor por lo sucedido y el descreimiento o relativización por parte de sectores no simpatizantes con la líder kirchnerista.

“Esta inestabilidad institucional y la disminución de los escenarios de grieta (polarización política) es una de las tareas más difíciles que tienen los nuevos gobiernos de América Latina, porque en líneas generales y en el caso de Argentina eso es muy claro, las derechas que se fueron dejaron su poder intacto”, recalca Busso.

Y advierte de que, en algunos países, ya se puede hablar de “las derechas de las derechas, con un connotación de instrumentos políticos muy peligrosos”, al ser “derechas muy fanáticas y muy ligadas al tema de la cuestión emocional”, con “una pérdida significativa de cualquier racionalidad política”.

Hace años que la situación política en Venezuela, Cuba y Nicaragua genera grandes diferencias entre los Gobiernos latinoamericanos.

La VI Cumbre estuvo marcada por las críticas del paraguayo Mario Abdo Benítez o el uruguayo Luis Lacalle Pou -ambos aún en el poder- a la participación del venezolano Nicolás Maduro, que llegó por sorpresa.

Antes, en 2020, el ultraderechista Bolsonaro decidió sacar a Brasil de la Celac por la defensa que, a su juicio, hacía el grupo a los “regímenes no democráticos” de Cuba, Venezuela y Nicaragua, a su vez cuestionados por Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA) por presuntas violaciones a los derechos humanos.

Al asumir la presidencia de la Celac hace un año, el presidente argentino, Alberto Fernández, de tendencia progresista, dijo que el organismo no nació “para inmiscuirse en la vida política y económica de ningún país”, sino que siempre promovió “el consenso y la pluralidad en un marco de convivencia democrática sin ningún tipo de exclusiones”.

Y cuestionó, durante la Cumbre de las Américas de Estados Unidos en junio pasado, al presidente norteamericano, Joe Biden, por haber excluido a Cuba, Venezuela y Nicaragua de la cita, y le invitó al encuentro de Buenos Aires, aunque estará representado por su asesor principal para las Américas, Chris Dodd.

No obstante, el propio Fernández tuvo dificultades para obtener la presidencia pro tempore de la Celac. En el cónclave de México no lo logró por el rechazo único de Nicaragua, que reprochaba las críticas que Argentina había hecho a la detención de políticos opositores en el país centroamericano. Pero Nicaragua superó sus reticencias y acabó dando su brazo a torcer en enero de 2022.

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