Alfredo García
“Ser mejores significa hacer mejores a los demás”
La frese de este artículo se la tomé prestada a Demian Marcelino y a Guillermo Bonetto del grupo argentino Los Cafres dado que su mensaje describe la forma como las bendiciones llegan a la vida, que es por medio de la diligencia y la acción.
Todos alguna vez hemos escuchado a personas referirse a otras como que tienen mucha suerte, sin embargo, cuando nos acercamos a analizar sus vidas, casi siempre los llamados suertudos vienen realizando trabajo sostenido que supera a la media.
La diligencia es un requisito “sine qua non” para alcanzar todo aquello que despierta nuestro interés, y es además una oportunidad para demostrarnos el compromiso que tenemos con ese objetivo.
En ese orden, mientras más diligente seas, más cosas buenas llegarán a tu vida y esta premisa hasta la propia Biblia la sustenta cuando establece que los diligentes se codearán con príncipes y reyes.
Asimismo, mientras más esfuerzo y tiempo toman las cosas en conseguirse, más sabroso es el disfrute de la victoria, entendiendo que si algo bueno tienen los procesos, es que cuando se culminan, colman la vida de anécdotas, vivencias, recuerdos y gratas satisfacciones, tan agradables que evocarlos producen deleites.
Incluso los procesos tienen las características que aun cuando las cosas no salieron del todo como se esperaba, si hubo un involucramiento comprometido, fortalecen el carácter y dejan valiosas lecciones.
Es bueno señalar que quien con voluntad acciona va poniendo en marcha cualidades humanas que le premian con el resultado final, como resultado de su fe.
Pero de igual manera pone en práctica la paciencia, la perseverancia y en el interín, esa resiliencia propia del penitente, forjando con su accionar un carácter de hierro en el fragor de la persistencia.
En ese orden, se hace fundamental tener un propósito, objetivo o motivo, que sirva de combustible para motorizar nuestro accionar.
Y por medio de ese accionar logramos desarrollar cualidades inherentes a todo ser humano como la serenidad, humildad, autenticidad, ecuanimidad, desapego, coraje, sobriedad, inocencia y proactividad.
No todas estas cualidades se desarrollan en el mismo nivel, sino que algunas predominan más que otras, sin embargo, conforme accionamos fortificamos esas cualidades, al tiempo que somos más propensos a conocernos más, que en definitiva, es el éxito mayor que podamos alcanzar, dado que facilita el camino para aceptarnos a nosotros mismos con nuestras virtudes y nuestros defectos, en nuestro camino hacia la plenitud.
Finalmente es bueno señalar que la felicidad y “la buena suerte” tienen en común que, como todo en la vida, requieren ser cultivadas con el día a día, para propiciar así, un desarrollo integralmente en lo espiritual, físico y emocional.