Alfredo Cruz Polanco
Desde que se aprobó en el año 2013 el tan anhelado 4% del presupuesto nacional para la educación de nuestro país, este solo se ha aplicado para la construcción, rehabilitación y ampliación de escuelas; medianamente para la creación de la jornada de la tanda extendida, el desayuno escolar y para el aumento de la nómina de empleados y profesores.
El modelo educativo de la República Dominicana en sus tres niveles: básico (primaria), secundaria y superior, requiere de un cambio urgente de su currículo, ya que se ha vuelto obsoleto y no responde a las necesidades actuales de nuestro país, insertado en un mundo totalmente globalizado y competitivo, pues nos hemos quedado por debajo de la mayoría de los países del área, según los índices de medición de los organismos internacionales, los cuales nos dejan muy mal situados.
Estas iniciativas están dando muy buenos frutos pero si en verdad queremos ser competitivos a nivel internacional, tenemos que ir implementando y asimilando todo lo que le ha dado resultados en materia educativa a países como Japón, Finlandia, a los denominados “Tigres Asiáticos” (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán), algunos eran mucho más pobres que nosotros, pero hicieron grandes inversiones en la educación, en tecnología y cambiaron su modelo educativo en sus tres vertientes; sobre todo ahora, que hemos establecido relaciones comerciales y diplomáticas con la República Popular de China, la segunda economía y la de mayor población del mundo,
En esos países, tanto en el nivel básico como en la secundaria, se han eliminado las asignaturas “rellenos”, y todas aquellas que no aportan valor a los estudiantes; solo se imparten las que verdaderamente generan conocimientos y que están en consonancia con las necesidades del país, tales como: tecnologías, matemáticas financieras, computación, ciencias naturales y sociales, lectura, comercio internacional, idiomas, cultura, moral y ética, ecología, entre otras, en combinación con el sector privado, quien les recomienda las carreras que para ellos son de interés y que deben ser fortalecidas.
El Ministerio de Educación de la República y el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, con el apoyo del sector privado, deben analizar también el currículo de cada una de nuestras universidades y adaptarlo a nuestras necesidades. Las carreras universitarias deben ser rediseñadas y orientadas al desarrollo que procura el país. Debemos formar jóvenes emprendedores, no para buscar empleos de mala calidad, sino, para que sean empresarios. Las propias universidades deben ser competitivas, pues muy pocas están en el ranking de competencia en América Latina.
No pretendemos que se importe el modelo y el desarrollo de dichos países, donde ya existe una cultura de varias décadas, lograda a base de esfuerzos, sacrificios y de fuertes inversiones en la educación, pero sí observar y aplicar algunas acciones que pueden ser adaptadas y aplicadas a nuestra realidad.
Para ello debemos ampliar y fortalecer nuestras relaciones comerciales y diplomáticas con esos países, realizar intercambios educativos, culturales y tecnológicos, para observar, ensayar y aplicar aquí sus conocimientos y sus avances en las diferentes áreas, pues si queremos ser competitivos, debemos cambiar el modelo educativo.