La iglesia columna y baluarte de la verdad
En la historia de la humanidad siempre ha habido creencias religiosas que nada tienen que ver con la iglesia que Cristo edificó. Por eso, las primeras culturas del mundo conocido, como son babilónica, egipcia, medo- persa, griega, y otras tuvieron sus dioses, y por ende, su fe en sus creencias, las cuales estaban enfocadas conforme a la apreciación del hombre sobre sus dioses. No era un período de la ignorancia, sino, que era la necesidad interna del ser humano.
Cuando se analiza a las creencias, se considera que son fruto del paganismo, pero hay que inclinarse por la realidad que vivían esos pueblos, dentro de un contexto que tenían que satisfacer. También hay que entender que el Dios Creador del Universo y todo lo que en él hay, siempre se ha manifestado al ser humano, como una expresión de amor. Dios ha estado actuando en favor del os hombres, y se complace con aquellos que le obedecen.
El apóstol Pablo, reconoce que los atenienses eran muy religiosos, por los tantos santuarios a los diferentes dioses que ellos conocían, hasta punto que tenían un santuario al Dios no conocido. La visión del apóstol no era rechazar a estas personas, sino enderezar el conocimiento que ellos tenían de Dios, pues ellos reconocían que había alguien Superior a ellos, lo cual manifestaban a través de agradar a sus dioses. Por tanto, Pablo le habló de Dios Padre, quien no habita en templos hechos de manos humanas.
También, el apóstol Pedro, hace una importante declaración sobre cómo Dios actúa, sabiendo que Dios no hace acepción de personas y que desde la fundación del mundo hizo un plan para ofrecer la salvación para aquellos creyentes y obedientes. De ahí que, en la casa del gentil Cornelio, dijo: «En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia» Hc. 10: 34, 35.
Estos dos apóstoles mencionados, aprendieron de la visión de nuestro Señor Jesucristo, quien a pesar de ser judío e israelita, se sobrepuso a los prejuicios de sus paisanos. Jesús se relacionó con israelitas, samaritanos, griegos, entre otros gentilicios. De ahí que, El evangelio, como Jesús había ordenado que se predicara en todas las naciones, pasó la frontera de Israel, siendo impulsado, al principio en gran manera, por Pedro y Pablo.
La presencia de Jesucristo, como Profeta, Salvador, Rey, e Hijo de Dios, engloba todos los planes de Dios, para el mundo, en esa entidad espiritual, llamada iglesia. Ella recibió de Jesucristo y del Espíritu Santo, toda la verdad de Dios, la cual hoy tenemos escrita en la Biblia. La iglesia está llamada, no solamente a predicar el evangelio a toda criatura, sino también, a dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades en los lugares celestiales, Ef. 3:10.
Iglesia, término que por la deslealtad del hombre, hoy no es entendible, se ha convertido en grandes confusiones. Se pudiera hablar de iglesias por los diferentes lugares donde estuviese, pero ahora, hay que hablar de iglesias, por las diferentes iglesias que existen. Sin embargo, el simplismo ha llevado a que todas las iglesias sean vistas como sectas, y no como complementación o como esfuerzos en la búsqueda de la verdad.
El paganismo fue la manera de la iglesia llamar a todas las creencias anteriores a ella, o que no eran compartidas por ella. Asimismo, se inventó el sectarismo religioso, para diferenciarse de las demás iglesias. En ese sentido, todas las iglesias consideran que las demás son sectas, no importando cual sea, excepto la que emite en ese momento la palabra, dentro del contexto religioso. Así que, si usted es miembro de cualquier iglesia, usted es considerado un sectario, por los demás que no son de su iglesia.
A pesar de lo anterior, todas las verdades de Dios están en las iglesias, escritas en ese sagrado libro: La Biblia. Hay que ser cuidadoso para no actuar ni como pagano ni como sectario. Por eso, Pablo escribió a Timoteo: «Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad» I Ti. 3:14, 15. »