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La geomancia en Burkina Faso: el arte de leer el futuro en la arena

Tiga Cheick Sawadogo

Fada N’gourma.– En la Región Oriental de Burkina Faso habitan los gulmancéba, una etnia que guarda los secretos de la geomancia, el arte que consiste en leer el futuro en la arena.

El método de adivinación goza de especial popularidad en la ciudad de Fada N’gourma. Allí, Adama Tandamba se sienta en el suelo de su patio, bajo un árbol y con las piernas cruzadas.

Frente a él, arena fina. Es un geomante, también llamado “golpeador de arena”.

“Soy golpeador de arena desde hace más de treinta años. Es una tradición en nuestra casa. Mi abuelo, y después mi padre, lo eran. Yo igualmente cederé mi saber a mis hijos”, explica a EFE Tandamba, de unos 60 años.

En una jornada, este afamado consultor recibe a una decena de personas que solicitan sus servicios y que se acercan a él con preocupaciones diversas.

“Por problemas de salud, empleo, hogar, maternidad, antes de viajar. Incluso los políticos antes de las elecciones, los funcionarios que buscan un nombramiento o los militares antes de ir a una misión. Hago consultas para casi todas las categorías”, asegura.

En 2010, poco antes de las elecciones presidenciales de ese año, estos maestros de la geomancia aseguraron que la arena había hablado y que el presidente de Burkina Faso entre 1987 y 2014, Blaise Compaoré, sería reelegido. Y, de hecho, así fue.

UN CONSULTOR POPULAR

El joven Lamoudi Lompo, de unos 30 años, entra por la puerta de la casa de la familia Tandamba y, tras saludar, toma asiento en un taburete frente al “golpeador de arena”.

“Desde hace algún tiempo, mi negocio no va bien. Todo va mal y no entiendo lo que me pasa, quiero que consultes por mí”, le cuenta a Tandamba en idioma gulmantché y toca un poco de arena esparcida tras depositar 300 francos CFA (0,46 céntimos de euro).

No hay una cantidad fija para una consulta, cada uno abona lo que puede.

“No impongo un precio por la consulta. No se hace para conseguir dinero. Pero, por otro lado, algunas personas que están satisfechas con mis servicios vuelven para hacerme regalos”, explica el adivinador.

Durante unos veinte minutos, Tandamba dibuja figuras en la arena, marca silencios, asiente y discute con el joven.

“Buscas un gallo y agua blanca (una mezcla de harina de mijo y agua), que ofrecerás como sacrificio a los fetiches de tu madre (objetos de culto para los animistas) un viernes. Todo irá bien”, le aconseja.

RAZONAMIENTO DEDUCTIVO

Hay que ser un iniciado en este arte para entender el misterio de la arena. Pero, según Adama Tandamba, también se necesitan ciertas predisposiciones.

“Esto son matemáticas. Si no se conocen los cálculos, es difícil dominar la geomancia. Si no eres inteligente, la arena no te hablará, no escucharás nada, no verás nada”, sostiene.

Taladidia Thiombiano, perteneciente a esta etnia que posee el secreto de la geomancia y profesor jubilado de economía en la Universidad Joseph Ki Zerbo de Uagadugú, la capital burkinesa, publicó en 2020 un libro titulado “Investigación sobre los principios matemáticos de la geomancia: Los gulmancéba, ¿matemáticos o hechiceros?”.

Consultado por EFE, este erudito explica que la geomancia es una ciencia de previsión y anticipación para leer lo que depara el futuro y alejar los peligros de la vida.

Su libro, asegura, no pretende decir cómo la geomancia predice el futuro ni revelar sus secretos.

“Me he basado exclusivamente en los principios matemáticos de la geomancia. Comienza por la teoría de la probabilidad y luego entran en juego el cálculo vectorial, el cálculo matricial y las permutaciones. La geomancia está en la base 2, compuesta por 0 y 1. Es un sistema binario. No es brujería, es una ciencia”, apunta Thiombiano.

Así lo confirma Adama Tandamba, para quien hay que contar las estrellas, dieciocho en total (ocho en el cielo, ocho en la tierra), y hacer deducciones.

Para convencer de la exactitud de la arena, Tandamba cuenta una anécdota.

“Una mujer canadiense -relata, entre risas- vino aquí hace algún tiempo. Cuando tocó la arena y comencé a consultar, le dije que no conocía a su madre. Lo confirmó y lloró aquí, delante de mí. Así que le dije que si volvía a Canadá, en el intervalo de quince días encontraría a su madre. Cuando se fue, el día catorce llamó para decir que la había visto”. EFE

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