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Santo Domingo

La Constitución

Manuel Hernández Villeta

Sin grandes avisos, en el mayor de los silencios, se trabajó en la revisión constitucional. Los cambios y anexos se conocerán dentro de varios días. No hechos a la sombra, sino con mucho sigilo, en susurro.

Lo más trascendental será el tema reelección. La mayor aprehensión de los dominicanos era como se trataría el tema del continuismo. Si se permitiría una segunda reelección. Ese tema se trató y no cuajó, o sencillamente se obvió.

El único cambio importante que podría haberse tomado era ese. Que constitucionalmente solo se permitirían dos períodos de gobierno, o sea una sola reelección. Cabezas calientes llegaron a plantear en tertulias de café que se abriera la senda del continuismo indefinido. ¡Que barbaridad!

Pero no prosperó esa idea. Tampoco se tomó en cuenta dejar un período por el medio y que luego se le permitiera a un presidente volver a aspirar. El continuismo puede ser bueno o malo, todo depende de cómo se maneje el gobernante.

En la República Dominicana la continuidad es un hecho que genera intranquilidad. No se analiza lo bueno, lo malo de un gobierno, sino que surge el temor de una continuidad permanente. Los reflejos reeleccionistas se fijan en Trujillo y Balaguer. Nadie podía aspirar mientras ellos respiraran.

Durante 31 años, Trujillo conculcó todas las libertades en el país. Fue el hombre fuerte, por encima de figuras que servían el papel de simples títeres. La reelección como tal no era necesaria, Trujillo se colocaba por encima del gobernante de turno, puesto por él y el cual le profesaba una lealtad perruna.

Con Balaguer se dio el ejemplo de la reelección desmedida. Mecido en el reflujo de la Guerra de Abril, paso doce años en el gobierno, llevando al país a una ola de violencia institucional, de crímenes políticos, de partidarismo ciego. Volvería en los diez años con mano floja y exhibiendo el rostro con otro matiz.

Uno de los períodos más negros lo vivieron los dominicanos en los doce años, donde se violó la vida y los derechos humanos, se estranguló la expresión disidente, y la inseguridad, la cárcel o la muerte era la realidad diaria.

Ahora hay otro contexto donde entra la nueva Constitución en acción. Lo ideal sería que por un largo tiempo sea la última reforma. La Carta Magna tiene que dejar de ser un traje hecho a la medida, para alcanzar fines personales.

La Constitución tiene que ser fortalecida y respetada. Es una obligación de todo el pueblo dominicano. Sin una constitución fuerte, las violaciones al derecho democrático serán indetenibles.

 

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