El jaleo o escaramuza política en torno a la situación que afecta a la Cámara de Cuentas debe cesar.
No tiene caso vapulear a una institución, sobre la base de cuestionar o defender a uno, varios o todos sus directivos en procura de sacar provecho político.
Quiérase reconocer o no, lo cierto y grave es que una vez más tenemos a ese importante organismo evaluador del desempeño público, atrapado en medio del escándalo.
De la misma manera que el señalamiento sobre alegado acoso laboral o sexual ha tomado el curso correcto del estamento jurídico-legal, los restantes cuestionamientos de orden operativo, administrativo y de gestión, deben seguir el curso que le corresponde en el seno del Congreso Nacional.
Ya no más subterfugios y bailoteo político.
Pensamos que el primer paso deben darlo los directivos de esa entidad, que en las actuales circunstancias han perdido el aval de la sociedad que reclama que se aclare todo cuanto acontece con el organismo que está llamado a ser preservado en su integridad institucional.
De ahí la necesidad de abrirle espacio al escrutinio institucional para establecer con toda rigurosidad la realidad en torno a esta grave situación que afecta a la Cámara de Cuentas.
Es imperativo tirar de esa cuerda, salga pato o gallareta.