Sergio Sarita Valdez
«Cuando habíamos grabado en nuestras mentes todas las respuestas, de repente nos cambiaron todas las preguntas».
Esta expresión pertenece al mundo académico y suele escucharse entre estudiantes que periódicamente se someten a pruebas, ya sean orales o escritas. En la cotidianidad de la vida ordinaria, establecemos un sinnúmero de supuestos que, al fallar, nos generan desconcierto. Nuestro cerebro sigue el ritmo circadiano, manteniendo la vigilia durante las horas soleadas mientras dormimos por la noche. Nos apoyamos en el reloj para programar el tiempo de labores, así como el espacio para descansar.
Las grandes catástrofes humanas —guerras, incendios, inundaciones, sequías, hambrunas, terremotos y pandemias— provocan desplazamientos masivos de grupos que huyen de zonas inseguras hacia lugares más estables y cómodos para individuos y familias. La historia está llena de ejemplos de personas que emigran desde territorios pobres hacia regiones más desarrolladas, con mejores condiciones de vida. Tradicionalmente, vemos movimientos del campo a la ciudad o del sur global hacia el norte.
«Songo le dio a Borondongo, / Borondongo le dio a Bernabé, / Bernabé le pegó a Fuchilanga… / ¿Por qué Songo le dio a Borondongo? / Porque Borondongo le dio a Bernabé. / ¿Por qué Bernabé le pegó a Fuchilanga? / Porque Fuchilanga le echó burundanga. / ¿Por qué Fuchilanga le echó burundanga? / Porque Burundanga le hincha los pies. / Ambanbelé practica el amor, / defiende a tus hermanos, / porque entre hermanos se vive mejor».
Hermoso, bello y conmovedor estribillo. En ningún verso aparecen palabras como enemigo, guerra o exterminio. En cambio, se exalta el hechizo del amor.
Jesucristo es citado por el apóstol San Juan (capítulo 14, versículo 34) de la siguiente manera:
«Les doy este mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado. Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si se aman unos a otros».
En tiempos cargados de pesares y miedo, de amenazas fratricidas, violencia extrema, odio racial, acoso al extranjero y persecución mortal, debemos alzar la bandera blanca de la paz y el amor al prójimo. Recordemos que la noche es más oscura justo antes del amanecer.
Con valor y fe resistiremos y venceremos. Volveremos a sonreír, confiados en la victoria de la humanidad.