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Santo Domingo

Hora de definiciones claras

Nelson Encarnación

Para nadie es un secreto que en la República Dominicana han existido siempre sectores que se manejan con agendas ocultas, y a veces no tan solapadas, respecto de nuestras relaciones con el vecino Haití.

Están compuestos por individuos que entienden que Haití y los haitianos tienen la razón, sobre todo cuando se ponen sobre la mesa las cuestiones que responden a sus intereses, mientras los nuestros poco importan, si es que importan algo.

Resulta bien complejo lidiar con quienes dentro de su propio territorio jalan al revés, pues lo hacen prevalidos de sus derechos ciudadanos, y mientras no empuñen las armas para enfrentar su nación —solo eso les falta— no pueden ser declarados traidores a la patria y enviados al paredón.

Es justo establecer cierta diferenciación entre quienes asumen esa conducta, que, si bien tiende a afectar los intereses nacionales en beneficio de otra nación, lo hacen en virtud de aquellos elementos humanos, y decantarlos frente a los puramente mercantilizados.

Algunos se pronuncian de manera sigilosa en favor de aquellos, más bien por conveniencias coyunturales —digamos, por ejemplo, un proceso electoral— pero se conoce su amor por la patria.

Sin embargo, otros lo hacen para justificar soportes económicos que perciben de instancias extranjeras que manejan sus agendas bien conocidas, las que sin más ambages se han perseguido siempre a obligarnos a asumir responsabilidades que no nos corresponden.

Los primeros, generalmente, abandonan su actitud una vez superados los avatares, volviendo a ver la nación como la unidad simbólica que nos abarca a todos.

Para estos valga una indulgencia; para los otros no cabe el perdón, puesto que su conducta es la búsqueda de lucro, aun cuando simulen que la asumen por una cuestión de principio, de defender valores universales o por estar del lado del más débil.

Puras pamplinas, pues obedecen a otros designios. Hay que ponerse claro sobre de qué lado se está, aunque es justo reconocer que en medio de una coyuntura electoral resulta harto difícil lograr la cohesión nacional frente al problema.

Ahora mismo todos quisieran acercar sardinas para su fogón, y suponen que las acciones emprendidas por el comandante en jefe andan por los caminos electorales más que por los patrióticos. Y eso nos deja a merced de las tempestades que nos acechan.

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