Pedro Caba
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El presidente Trump ha iniciado una demanda por 15 mil millones de dólares por difamación contra el afamado The New York Times, del que dijo “es uno de los peores y más degenerados periódicos en la historia de nuestro país”.
La verdad me temía lo peor tan pronto terminé de leer el trabajo principal del semanario de The New York Times del sábado pasado titulado “autócratas suelen ver la ciencia como amenaza”.
Redactado a la perfección por el autor William J. Broad, como estilan los escritores de este semanario, con suficiente apoyo histórico y citas de expertos, el trabajo concluye:
“Trump dijo una vez que quería los generales que tenía Hitler”, escribió Josephson (profesor emérito de historia en el Colby College de Maine). “Definitivamente está trabajando para conseguir la ciencia que tenían Hitler y Stalin”.
Más ofensivo y sugerente no se podía ser contra el jefe del Estado de USA
El autor Broad en su trabajo hace un repaso histórico desde los tiempos de la inquisición católica y aún antes hasta nuestros días, en que se pone de manifiesto la autocracia y sus representantes en el poder le han temido a la ciencia, a sus descubrimientos.
Y por eso interpreta que el recorte de US$44 mil millones que propone Trump en el próximo presupuesto para entidades de investigación (universidades, grupos de científicos, empresas y hasta bufetes de abogados ligados a estas instituciones) “provocará mayor caída del apoyo federal a la ciencia desde la Segunda Guerra Mundial”.
Broad reconoce que “hay dos categorías de trabajo exploratorio se conocen como ciencia básica y ciencia aplicada. Esta última puede incluir desarrollo, ingeniería y tecnología”.
Y como Trump prefiere el concepto de “ciencia aplicada” que tiene como soporte al Silicon Valley y a las industrias y empresas que se dedican a la misma, el autor sostiene que “los dictadores del Siglo XX convirtieron la supresión de la ciencia básica y el fomento de la investigación aplicada en armas de control social”.
De lo que se extrae que Trump no es enemigo de la ciencia básica, puesto lo que hace es recortar el apoyo federal a la misma, y centrarse en la ciencia aplicada, como si esto último no se corresponde con el modelo que su equipo concibe para “hacer grande otra vez a USA”.
Si leemos con detenimiento cada uno de los trabajos que aparecen en el semanario de The New York Times desde los tiempos de la pasada campaña electoral hasta hoy veremos que no desaprovecha oportunidad para derivarlos en críticas a la visión de Trump y de su equipo de lo que debe ser la economía y la sociedad estadounidense bajo su visión.
A Trump se le pretende presentar en todos los medios de difusión tradicionales de USA como un político de enorme poder (tiene mayoría congresual) en capacidad de modificar el modelo de desarrollo económico impuesto por los demócratas se centra en el liberalismo, o neoliberalismo como lo conocemos por aquí. Se trata, dicen, de un agente activo del trastorno económico y social. Ya no se atreven a decir que es un desquiciado y aventurero, como lo revela este trabajo del señor Broad.
No veo claro qué tipo de creencia o de pasión pretenden crear con esta verdadera avalancha hacia la opinión pública contra el pensamiento y la acción de Trump.
Creo que es una pérdida miserable de tiempo negar que Trump y sus seguidores son portadores de una visión distinta y novedosa del modelo hasta hace poco tiempo imperante. Y que mientras más se centren en él motivando las bajas pasiones y no en la discusión franca de las dos visiones, más tiempo desperdician y más terreno gana la novedosa política republicana y su forma de ver el mundo de hoy.