Leonor Asilis
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Avanza el calendario y termina el mes de octubre (día 31) con la celebración de muchos, incluso «cristianos», de la fiesta de las tinieblas, Halloween.
Hacemos un llamado urgente a que despertamos y resistamos las tinieblas que se disfrazan de diversión.
A pesar de que esta celebración pagana nació en tierras ajenas, ha penetrado en nuestras calles, y hogares.
Y nos preguntamos, cómo es posible que siendo cristianos, no nos detengamos a examinar todo espíritu y a rechazar lo que no procede de Dios como nos sugiere el discípulo amado en 1 Juan 4:1.
¿Cómo es posible que en un mundo donde muchos de nuestros hermanos son perseguidos por el Nombre que es sobre todo nombre, ¿vamos a aceptar celebraciones que exaltan la muerte y el ocultismo?
¿Cómo va a ser que permitamos que valores contrarios a la vida, la familia y la santidad se vengan a imponer entre nosotros, incluso a nuestros más pequeños?
Dejémonos de ser tibios y definamos nuestra postura, y démonos cuenta de una vez por todas que Halloween es una fiesta que glorifica el terror, las sombras y lo demoníaco, abriendo puertas al enemigo de nuestras almas.
¡Ya está bueno! ¡No seamos cómplices! Esta práctica no es inocente; es un desvío del camino de la verdad. En lugar de celebrar lo puro, lo santo y lo edificante (Filipenses 4:8), nos sumergimos en lo sombrío, enseñando a nuestros niños a gozarse en el miedo en vez del amor exclusivo a Dios.
¿Qué testimonio damos al mundo cuando vestimos a los más pequeños de brujas, fantasmas, calaveras y demonios? ¡Estamos llamados a ser luz del mundo! (Mateo 5:14)
El globalismo, el materialismo, el internet y programas culturales han acelerado esta locura. Latinoamérica ha caído en la trampa. Escuelas lo promueven con disfraces; centros comerciales lo venden como productos; la televisión y las redes sociales lo promueven como «diversión moderna». ¿Aceptaremos esto sin lucha?
¡Basta ya! Formemos a nuestros niños en la verdad inmutable de Cristo. Celebremos con ellos la vida, no la muerte disfrazada.
Oremos clamando en oración por protección divina sobre nosotros y sobre todo por aquellos que, en ignorancia o debilidad, practican esta fiesta: «Padre bueno, en el nombre de Jesucristo, tu Hijo amado, cubre con tu sangre preciosa a nuestros niños, jóvenes y familias atrapados en estas sombras. Protégenos del maligno, Señor! Que el Espíritu Santo nos conceda discernimiento para rechazar lo oculto y abrazar tu Santidad. Amén».









