Nelson Encarnación
Ha transcurrido casi un año desde que en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas se adoptó la más firme decisión de conformar una fuerza multinacional que se hiciera cargo del combate a las bandas criminales que han proliferado en Haití.
Esto ocurrió desde que políticos, empresarios y otros actores de cierto poder, entendieran que debían disponer den su propia protección ante la caída del Estado como garante de la seguridad de todos.
Lo que no esperaban los patrocinadores de esos ejércitos privados es que, con el tiempo, los pandilleros rebasarían el marco de un control coordinado y pasarían a ser un peligro para sus propios sustentadores, que es lo que ha sucedido, ya que a los líderes de las bandas se les abrió el apetito hasta de poder político, y ahora parecen incontrolables.
De supuestamente cuidar los intereses de sus creadores y patrocinadores, las bandas armadas hasta los dientes, con armamentos que les vienen desde distintos suministros, especialmente de Miami y el sur de la Florida—según reportes de la propia ONU e investigaciones particulares—el poder de fuego de las pandillas es una realidad que no se puede enfrentar con retórica, sino con acciones violentas al mismo nivel que su accionar criminoso.
Sin embargo, es el propio Gobierno interino—en Haití todo parece ser provisional—el que clama porque “los países amigos” completen el complejo andamiaje de asistencia externa para dotar a la Policía Nacional de la capacidad de lidiar con las bandas en el terreno cruento donde ellas se manejan.
Y es que tras una serie de tropiezos salvados y nudos más o menos desatados, el despliegue multinacional no va ni siquiera por una cuarta parte de lo que en principio se acordó como contingente ligeramente necesario.
El factor más relevante de ese despliegue cuasi bélico lo representa el contingente policial de Kenia, sobre el cual se basaron las expectativas más creíbles, dada la capacidad de confrontación territorial que ha demostrado esa Policía en otros lugares donde le han asignado tareas similares a las concebidas para Haití.
Empero, la presencia keniana va por un 60%, mientras los otros países que se comprometieron a enviar tropas no han cumplido con la llegada de sus soldados al territorio haitiano. Sin el apoyo restante, la misión colapsará irremediablemente.