Joaquín Ricardo
Entre el 12 y el 14 de abril de 1967 se llevó a cabo la Conferencia de Jefes de Estado del continente, en Punta del Este, Uruguay, a la que asistieron mandatarios de 21 naciones.
Por nuestro país asistió el doctor Joaquín Balaguer, presidente de la República. En el discurso que pronunció en el cónclave, se refirió al intercambio comercial y a las aperturas aduanales entre los pueblos de América. En este artículo, sin embargo, sólo hablaremos de los aspectos a que se contrae el epígrafe de nuestro escrito.
JB inicia reafirmando que no es necesario encarecer la significación que tiene Santo Domingo para los demás países del continente y las resonancias con que se proyecta ese nombre en proceso de la civilización americana. La historia de América comienza en esta pequeña isla.
Nuestra posición geográfica en el Caribe, en uno de los puntos neurálgicos del Continente, la cercanía con Cuba y nuestra posición en el centro de las rutas de lo que Humboldt denominó el mediterráneo americano nos sigue reservando un papel de primer orden en América.
La caída de Cuba en la órbita soviética y el hecho de que en nuestra pequeña isla existan dos nacionalidades, ambas con historia y fisonomía diferentes, pero con un mismo drama y con un mismo futuro, nos coloca en el punto de convergencia de los dos mundos que se disputan hoy el dominio de la humanidad y, en consecuencia, en el centro de la política continental.
De ahí la importancia para los demás países del hemisferio de que Santo Domingo se mantenga como un baluarte de la libertad en el Caribe.
La amenaza comunista constituye en la República Dominicana un peligro mayor que en cualquier otra nación del continente. Nuestra cercanía a Cuba no es el único hecho que constituye a hacer ese peligro particularmente grave. Lo que en mayor grado contribuye a aumentar esa amenaza es la circunstancia de que, en un territorio de 78,000 kilómetros cuadrados con la mayoría de sus costas desguarnecidas y la mayoría de sus recursos inexplotados, se haya repartido estos dos pueblos prolíferos, en donde la explosión demográfica alcanza proporcionalmente una intensidad superior a la que tienen los demás pueblos de América.
De ahí, pues, la urgencia de que Santo Domingo, al igual que Haití halle solución rápida al más angustiante de sus problemas que es el de acelerar el desarrollo de su economía para satisfacer las necesidades de sus poblaciones subalimentadas y conjurar el grave peligro de una explosión demográfica.
Cifra la subsistencia de ambas naciones en el hecho de su agricultura se tecnifique en grado extraordinario y de que ambos pueblos dispongan de recursos apropiados para que cada pulgada de su suelo y de su riqueza natural pueda ser explotada científicamente en el futuro inmediato.
La peculiaridad de nuestro caso necesita de un tratamiento especial. La integración de la economía de Santo Domingo y Haití tiene que hacerse por fuerza con las de sus vecinos de la misma área geográfica, especialmente con Puerto Rico. Creemos que los Estados Unidos podrían favorecer cierto grado de integración entre Puerto Rico y Santo Domingo. El presidente Balaguer esboza una serie de medidas que con el respaldo económico de los Estados Unidos podrían ser vías concretas de cooperación con Puerto Rico.
Deseamos resaltar en este resumen los siguientes aspectos: 1) cuando Haití no figuraba en la agenda internacional, ya Joaquín Balaguer abogaba por el desarrollo de Haití. 2) Solicitaba un tratamiento especial para ambas naciones dada nuestra peculiaridad de limitado espacio y nuestra desmesurada explosión demográfica.
3) Cifraba el desarrollo en la explotación agrícola de cada pulgada de su suelo y en la explotación de sus riquezas naturales de manera científica.
4) Decía que era imprescindible que ambos países encontraran rápidamente la solución al desarrollo de sus economías para satisfacer las necesidades de sus poblaciones subalimentadas.
5) Hablaba de la necesidad de mantener nuestros recursos hídricos ya que del desarrollo de Haití dependía el establecimiento de una relación duradera entre ambos países, que permitiera mantener la estabilidad, la integridad territorial y la soberanía de nuestras naciones.
En 1967 se promulgaron las leyes de Inventivo Industrial y en 1968 las de Zonas Francas, acercándonos a lo que hoy llamamos el efecto de atraer capital mediante la zona costera cercana o ¨near shoring¨. El resto es historia.
En medio de la crisis que produjo la violación por parte de Haití del Tratado de 1929, se produce la aprobación por el Consejo de Seguridad de la Misión de Apoyo Multinacional a la Seguridad para estabilizar a Haití, fruto de la diplomacia multilateral, incluyendo las discretas, pero efectivas gestiones del presidente Abinader. Solo resta seguir continuar con una hoja de ruta que presente proyectos específicos de desarrollo para Haití y sus instituciones, así como para proyectos de interés común, a fin de presentarla a la Comunidad Internacional para su posible financiamiento.
No puedo finalizar sin resaltar la agradable coincidencia de que casi 60 años después de esta llamada de alerta del presidente Balaguer, hoy el presidente Abinader esté auspiciando y reafirmando con fortaleza los conceptos y temas fundamentales firmemente expuestos por el fenecido mandatario, que ya se han vuelto críticos, como el comercio, la atracción de inversiones en base a nuestra zona costera cercana, (el near shoring); la importancia de las relaciones entre República Dominicana y Haití; la integración con nuestros vecinos del Caribe; el cuidado de nuestras cuencas hidrográficas; la necesidad de que se acuda en ayuda de Haití, estableciendo claramente que ese problema es de la Comunidad Internacional y no solo de nuestro país, mientras cuida de la integridad territorial y de nuestra soberanía.
Por eso reitero el llamado a nuestra clase dirigente para que respalde sin reservas, a pesar de las diferencias de enfoque que puedan existir, las medidas adoptadas por el estado dominicano en la persona del presidente Luis Abinader.