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Santo Domingo

Haití, nudo gordiano de la producción nacional

Carlos McCoy

Una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad, esta frase, regularmente atribuida al político alemán Joseph Goebbels, mantiene su vigencia entre nosotros. Es el argumento de los explotadores agroempresariales, constructores y hoteleros criollos, para esparcir la falacia: “A los dominicanos no les gusta trabajar”. Felizmente, este enunciado no se ha hecho realidad en nuestro medio y dudamos que se logre.

Manteniendo actualizado este embuste pueden continuar con los sueldos de miseria con los que mal remuneran a esa mano de obra casi esclava que son los trabajadores ilegales haitianos, pues, ellos saben que los dominicanos no van a trabajar en esas condiciones, sin beneficios laborales de ningún tipo.

Otro mantra que utiliza este grupo de desalmados es referirse a Haití como nuestro segundo socio comercial. Esto no es totalmente cierto. En los últimos años Canadá, Suiza y los Países Bajos se han intercalado esa posición recibiendo una mayor importación de productos dominicanos.

Pero, preservar esta intermitente y condicionada verdad ayuda a mantener en la psiquis dominicana que ese mercado cautivo, es absolutamente necesario para nuestras exportaciones.

Eso ha dado lugar a que nuestros empresarios no se hayan preocupado por modernizarse pues con esa mano de obra haitiana, siempre abundante y barata, pueden competir sin la necesidad de incurrir en grandes inversiones, en capacitación ni tecnologías y mucho menos en adecuación de salarios.

Esa miopía gerencial ha sido la causante de que nuestra balanza comercial con nuestros socios en el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA) sea deficitaria con todos y cada uno de los países de ese istmo.

El único país con el que la República Dominicana tiene un balance positivo en sus relaciones comerciales es Haití. La nación con el PIB más bajo de todo el continente. Además, gran parte de ese comercio bilateral es irregular, por lo que el beneficio de ambos Estados, como tal, es ínfimo.

Ya es hora de buscar otros destinos para nuestras verdaderas exportaciones. La Comunidad del Caribe (El CARICOM) sería un buen principio.

Otro elemento que mantiene estancado nuestro desarrollo comercial e industrial es la calidad y origen de lo exportado. Mientras al Canadá, Suiza y los Países Bajos les enviamos oro, cacao, tabaco enrollado, instrumentos y aparatos de medicina, entre otras mercancías, todos de producción nacional. Para nuestros coisleños, los principales artículos de exportación son: harina de trigo, aceite de soja y textiles de algodón.

Estas no son más que mercancías importadas con un calculado excedente para reenviar el remanente a Haití, como exportaciones, lo cual solo beneficia a un reducido grupito de especuladores.

Los demás elementos exportados, la mayoría son productos que no tienen un valor agregado, como son los plátanos, huevos y pollos vivos, pues al no poseer la población haitiana un sistema generalizado de refrigeración no se le puede enviar grandes cantidades de congelados.

Otra falacia lógica es decir que, si los haitianos progresan, también vamos a hacerlo nosotros. Cuando nuestros vecinos logren aumentar su poder adquisitivo y se coloquen en condiciones de escoger sus socios comerciales, al último lugar donde van a acudir es al mercado dominicano.

De hecho, aun con las condiciones de precariedad en que se desenvuelve ese pueblo, sus autoridades se dan el lujo de suspender las importaciones desde República Dominicana cuando se les pegan las ganas argumentando cualquier nimiedad.

Creemos llegado el tiempo de hacer lo que hizo Carlomagno con el nudo gordiano, si no podemos desatarlo, tomar una espada y cortarlo.

Desde luego, parafraseando a Juan Luís Guerra, manteniendo un lazo atado al pulgar derecho de nuestra historia. Recordemos siempre quienes han sido nuestros verdugos.

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