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Ganar la guerra o la posguerra, el dilema de Putin

Moscú.- El presidente ruso, Vladímir Putin, afronta un dilema de difícil solución, ganar la guerra o la posguerra. Es decir, hacerle el juego a los halcones que aún sueñan con la capitulación de Ucrania o atender las demandas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que exige un cese de las hostilidades.

Por el momento, Putin ha optado por un equilibrio imposible al proponer negociaciones directas el 15 de mayo en Estambul mientras continúan los combates en el Donbás y en la frontera entre ambos países.

Nada más vencer la tregua en la medianoche del sábado al domingo, el ejército ruso reanudó sus bombardeos masivos contra territorio ucraniano.

Rusia quiere hablar y, al mismo tiempo, avanzar en el frente. Ucrania propone lo contrario: declarar un alto el fuego y sólo después sentarse a negociar.

Putin ya no marca la agenda

En el tablero diplomático, Putin parece haber perdido la iniciativa en favor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Su apuesta por la guerra en su reciente intervención en la plaza Roja no encontró los apoyos esperados en el 80 aniversario de la victoria del Ejército Rojo sobre la Alemania nazi.

De hecho, Zelenski se mostró dispuesto a viajar personalmente a Estambul para negociar con el enemigo en cualquier formato, algo que es muy improbable en el caso de Putin.

Trump, que ha apoyado en las últimas semanas una tregua duradera, firmó recientemente un acuerdo para el acceso a los minerales ucranianos, que le reconcilió con Zelenski, lo que causó toda clase de suspicacias en Moscú.

Según algunos analistas, la oferta de negociaciones directas de Putin no fue una contrapropuesta, sino una reacción improvisada en la que el Kremlin ni siquiera consultó previamente con el líder turco, Recep Tayyip Erdogan.

Al mismo tiempo, Putin aseguró que Moscú no pone condiciones a las negociaciones, pero asegura que éstas deben centrarse en eliminar las causas originales del conflicto, es decir, el acercamiento ucraniano a la OTAN y los suministros de armas occidentales a Kiev.

Los aliados de Putin no creen en la guerra

Con todo, una mayoría de rusos e incluso los aliados del Kremlin han perdido toda la confianza en la guerra como medio de solucionar el conflicto. No creen que el ejército ruso pueda lograr en el campo de batalla los objetivos que se marcó en febrero de 2022.

Una cosa es apoyar la lucha contra el nazismo durante la parada militar de la Victoria y otra, muy distinta, es apoyar la continuación de la guerra más allá de 2025.

Aunque la propaganda rusa sacó todo el provecho que pudo de la reunión entre Putin y el líder chino, Xi Jinping, ocultó interesadamente parte de la información.

Según el ministerio de Exteriores chino, Xi, al que Putin alabó por su postura imparcial y constructiva en Ucrania, abogó ante el líder ruso por el inicio de negociaciones de paz.

Lo mismo ocurrió con Erdogan. Como era de esperar, ofreció gustosamente Estambul como sede de las negociaciones, pero añadió que un cese del fuego duradero crearía las condiciones necesarias para las conversaciones de paz.

Los expertos advierten, además, de que si Putin se mantiene en sus posiciones maximalistas se puede quedar solo, lo que podría llevar a Trump a dar un portazo e imponer una nueva partida de sanciones a Rusia.

Ya no estamos en 2022

Putin insiste en “reanudar” las negociaciones donde rusos y ucranianos las dejaron en 2022, pero es mucho lo que ha llovido desde entonces. Para empezar, el ejército ruso ya no está al norte de Kiev.

Si los negociadores rusos vuelven a demandar como entonces que Ucrania se desarme -hasta contar con menos de 100.000 soldados-, incluya la neutralidad en su Constitución, renuncie al despliegue de tropas extranjeras y coloque al ruso al mismo nivel que el ucraniano, entonces las conversaciones fracasarán.

El problema es que Moscú no sólo exige también el reconocimiento de la anexión de los territorios ucranianos, sino el levantamiento de las sanciones y el retorno de los activos rusos congelados en Occidente, algo a lo que los países europeos no parecen muy dispuestos.

Otro factor a tener en cuenta es el económico. Aunque ha resistido los embates de las sanciones occidentales, la economía rusa no es la misma, con una inflación en dobles dígitos y los tipos de interés en el 21 %.

Rusia no puede esperar eternamente a que se cumplan sus exigencia cuando el petróleo ya no está por encima de los 100 dólares, sino por debajo de los 70.

Además, una de sus principales fuentes de ingresos, el consorcio gasístico Gazprom, sufre pérdidas por tercer año consecutivo tras la suspensión de las importaciones europeas.

Los más acérrimos partidarios de la guerra admiten públicamente, por primera vez, que la guerra -es decir, la desnazificación y la desmilitarización- ya no se puede ganar, de lo que culpan al Kremlin y al Estado Mayor. EFE

 

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